La villa de los muebles rotos

Tras sus últimas reformas el centro de A Estrada vive una difícil convivencia entre los vehículos y el mobiliario que de momento ganan los primeros

Estado actual del cruce de la Farola hacia la calle Don Nicolás donde diferentes accidentes destrozaron la farola, un banco y varios bolardos.

Estado actual del cruce de la Farola hacia la calle Don Nicolás donde diferentes accidentes destrozaron la farola, un banco y varios bolardos. / L.D.

A Estrada decidió hace tiempo librar una batalla con los coches, entregando las calles centrales del casco urbano a los peatones. Poco a poco las aceras fueron ganando espacio, mientras los pasos para vehículos y aparcamiento se reducían o incluso se cerraban por completo, como en el caso de las calles peatonales. Este plan incluía igualar en altura la calzada con las aceras en muchos puntos del casco urbano, protegiendo la integridad de los peatones en caso de salida de vía con bolardos.

Los bolardos pueden quedarse días a la espera de retirada.  | // L.D.

Accidente que destrozó una de las farolas / L.D.

El plan no es nada nuevo y viene en sintonía con otras iniciativas puestas en marcha en otras villas y ciudades en una apuesta por humanizarlas. En A Estrada sin embargo, este plan se ha topado desde el principio con un enemigo en cierta medida esperado. Los coches, y por lo tanto los conductores, no parecen dispuestos a rendirse a la primera, iniciando una revuelta que por el momento está pagando el mobiliario urbano de A Estrada.

Una de las farolas rotas.  | // L.D.

Bolardo derribado. | // L.D. / Lois Docampo

La situación viene de hace tiempo. Ya en la primera semipeatonalización que se realizó de las calles centrales, retirando para ello las zonas de aparcamiento, comenzaron a aparecer bolardos arrancados y maceteros rotos. La situación sin embargo ha ido empeorando con las nuevas peatonalizaciones y por lo tanto con la instalación de más bolardos y el menor espacio para el paso de vehículos.

Bolardos arrancado en los últimos días.  | // L.D.

Una de las varias farolas que hay rotas por la villa. / L.D.

Esta transformación lleva implícita una necesaria reducción de velocidad, precisamente para evitar accidentes en los que pueda resultar heridos los peatones pero lo cierto es que en muchos casos esa premisa no se cumple. Un buen ejemplo se puede encontrar en el entorno de la plaza de la Farola, especialmente en el entronque con la calle Don Nicolás. En los últimos meses se han registrado en este punto varias salidas de vía, de coches que toman esta curva a demasiada velocidad y pierden el control. Como resultado, varios bolardos arrancados, un banco destrozado y una farola menos. Estos casos sin embargo no se quedan ahí. En otros puntos de la villa también se han registrado golpes al mobiliario, afectando a bolardos pero especialmente farolas, que terminan siendo derribadas, bien en su totalidad o bien en parte.

La villa de los muebles rotos

Los bolardos pueden quedarse tirados durante días hasta ser retirados. / L.D.

Un capítulo aparte merece sin embargo la cuestión del aparcamiento. En algunas zonas, como ocurre en la calle San Antón, el aparcamiento en batería se limita en la acera con bolardos que casi cada semana aparecen derribados por los coches que aparcan. Estos elementos se quedan tirados en el lugar durante días hasta su recogida. En algunos puntos vuelven a instalarse, en otros ya no. Por ejemplo en la calle peatonal Irmáns Valladares, que ha ido perdiendo bolardos poco a poco hasta terminar dejando apañados espacios de aparcamientos en el centro de la villa para los más avispados.

Un banco destrozado por un coche que escapó del lugar.

Un banco destrozado por un coche que escapó del lugar. / L.D.

El resultado final de esa desequilibrada batalla entre coches y mobiliario urbano es una villa que ofrece una imagen de descuidada. Más civismo y reacción más rápida tras los golpes, ayudaría a mejorar ese efecto negativo.

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