A Estrada: el municipio europeo con más molinos

Desde Apatrigal se reconoce que la titularidad dificulta la recuperación de estos elementos patrimoniales, unos 700 en territorio estradense

Un molino rehabilitado en la parroquia estradense de Sabucedo.  | // BERNABÉ/LUISMY

Un molino rehabilitado en la parroquia estradense de Sabucedo. | // BERNABÉ/LUISMY / ANa Cela

Ana Cela

Ana Cela

Unha noite no muíño, unha noite non é nada /unha semaniña enteira, esa si que é muiñada. Así empieza una conocida canción popular gallega, un guiño con melodía a la importancia del molino en la Galicia rural. Hoy en día estas construcciones a pie de río se debaten entre ser mimadas como el tesoro patrimonial que son o dejar que la maleza las oculte en un desolador abrazo. Teniendo en cuenta la abundancia de estos elementos en A Estrada, el municipio podría ofrecer muiñada para rato. Y es que se estima que el estradense es el ayuntamiento de España, y previsiblemente también de Europa, con el mayor número de molinos de agua, con alrededor de 700 ejemplares.

Ruta dos Muiños de Vesacarballa.   | // BERNABÉ/JAVIER LALÍN

Ruta dos Muiños de Vesacarballa. | // BERNABÉ/JAVIER LALÍN / ANa Cela

La Asociación para a Defensa do Patrimonio Galego (Apatrigal) se hizo eco estos días del dato en sus redes sociales, también difundido en el perfil de Twitter de Sabías Galicia, centrado en la divulgación de las curiosidades de la terra meiga. Este récord puede leerse asimismo en algunas referencias incluidas en la web de la Xunta de Galicia, desde donde se recuerda que la Asociación de Veciños Virxe Peregrina llegó a inventariar la friolera de 628 molinos en este término municipal.

El carácter rural del amplio territorio de A Estrada avala este tesoro etnográfico. En 281 kilómetros cuadrados de superficie y siendo el ayuntamiento con más núcleos de población del país –463 en total–, no es de extrañar que sean tantos los molinos dispersos por un concello regado por los caudalosos Ulla y Umia, junto a sus numerosos afluentes.

Molino en funcionamiento en el Pazo de Oca.   | // BERNABÉ/CRIS M.V.

Molino en funcionamiento en el Pazo de Oca. | // BERNABÉ/CRIS M.V. / ANa Cela

“Eran bienes patrimoniales compartidos por familias. El problema es que puede haber molinos con 30 propietarios”, apunta el presidente de Apatrigal, el estradense Carlos Henrique Fernández Coto. Pone así el acento en uno de los principales obstáculos para asegurar el mantenimiento de este tipo de construcciones. Con un bien repartido entre tantos propietarios, no es de extrañar que resulte complicado pactar cualquier tipo de intervención para rescatar estos elementos del devastador paso el tiempo. También con los molinos se cumple la máxima: lo que es de muchos, no es de nadie.

Otra piedra en el camino de su conservación es su caída en desuso, sencillamente porque los tiempos no son los que eran. “Desde que se dejó de moler habitualmente, hace unos 50 años, pasaron dos o tres generaciones. Tienen muy difícil recuperación, más allá de una actuación puntual o de la realizada por alguna administración”, destacó Fernández Coto.

Las que otrora fueron unas de las construcciones más emblemáticas para la vida en las aldeas, tuvieron también un papel clave para su economía de subsistencia durante siglos. Era en ellos donde la fuerza del agua obraba el cambio del cereal en harina, base para la elaboración del pan en el calor del hogar. Si algo abundaba en Galicia era el agua –en las cuatro estaciones– de ahí que se pensase en emplear su energía para la molienda.

Pero, además de servir para machacar el grano de cereal, los molinos eran, sin género de dudas, espacios para la vida social. Mientras se esperaba por el fruto del trabajo, había tiempo para dar rienda suelta a la creatividad, de ahí que fuesen un germen importantísimo para el folclore, pero también para confraternizar con familia y amigos.

Hórreos

Y si A Estrada es el municipio de Europa con mayor concentración de molinos para la obtención de harina, tampoco sería de extrañar que fuese –se subraya desde Apatrigal– el ayuntamiento con el mayor número de hórreos, donde se secaba y almacenaba el grano. Los existentes figurarán entre los 110.000 que la asociación que preside Carlos Henrique Fernández contabiliza en Galicia. Él mismo explicó ayer que Apatrigal fundó el grupo Hórrea, junto con otras comunidades autónomas en las que, al igual que ocurre en Galicia, también existen este tipo de construcciones –Asturias, Cantabria, País Vasco y León–. trabajando ahora para iniciar el proceso de reconocimiento por la Unesco de la mano de otros países como Portugal, Irlanda o Suiza, entre otros.

Recuperar la actividad

De igual modo, Apatrigal está prestando asesoramiento para la valorización de estos molinos desde un punto de vista completamente productivo, recuperando su esencia. Es habitual que este tipo de construcciones se conciban, en el momento de conferirles una segunda vida, como un recurso turístico. Sin embargo, Fernández Coto subrayó experiencias centradas en apostar por la proximidad alimentaria. Rescató casos en los que este tipo de harinas se están vendiendo por un precio muy superior al que podrían tener en un supermercado, si bien el consumidor final valora el hecho de que se trate de un producto de proximidad, elaborado a la antigua usanza y sin ningún tipo de aditivos. “El futuro puede ir por ahí; recuperar el patrimonio y jugar con la proximidad y con un estilo de vida más saludable”, apuntó este estradense. “Por esta vía, incluso los hórreos pueden tener una nueva salida como almacén”, apostilló.

En el momento de realizar, a comienzos de 2000 su inventario, el colectivo Virxe Peregrina de A Estrada trasladaba su convencimiento de que el municipio estradense tiene que ser toda una potencia a nivel mundial por esta concentración de molinos en un territorio tan concreto. Su principal preocupación era ya entonces los problemas para la preservación de todo este territorio, tratando de evitar que termine cubierto por las zarzas.

Teniendo en cuenta las dificultades que entraña la multipropiedad para la realización de obras de puesta en valor y recuperación, son de aplaudir al menos las labores de limpieza y consolidación, configurando rutas que permiten imaginar cómo podía ser, sino una semana, al menos sí un día de muiñada. Son ejemplo de ello la Ruta dos Muíños de Vesacarballa (Sabucedo) o la de Golfariz (Pardemarín).

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