Un Inciso

Yo me quedo en la aldea

Ideas como las Aldeas de Nadal de Lalín o la decoración de lugares enteros en Forcarei fortalecen los recursos locales en Navidad

La Aldea dos Tranos,
mi favorita entre las Aldeas
de Nadal de Lalín. 
  | // A.CELA

La Aldea dos Tranos, mi favorita entre las Aldeas de Nadal de Lalín. | // A.CELA

Ana Cela

Ana Cela

Con el roscón de Reyes todavía de cuerpo presente, veo por la ventana cómo la Navidad se desinfla en A Estrada. Literalmente. Observo cómo un grupo de personas ha llegado para retirar los adornos gigantes e hinchables situados en la última plaza de la alameda municipal. El árbol de 15 metros ha caído ya y el muñeco de nieve gigante parece haberse derretido. Las enormes bolas de colores semejan ahora inmensos balones de playa que se han pinchado y el soldadito de plomo también resultó abatido durante su última guardia. Después de tanto trabajo, tanto tiempo de espera y tanta ilusión contenida, la Navidad se evapora… para felicidad de muchos, descanso de todos los estómagos del primer mundo –por desgracia las bondades de esta época siguen siendo solo aptas para quienes pueden permitirse un exceso– y nostalgia de quienes disfrutamos de estas fiestas como si todavía fuésemos niños.

La lluvia ha regresado. Concedió unos días de tregua después de hacer caído como un jarro de agua fría sobre la programación que se había diseñado en la capital estradense para vivir la Navidad en la calle, disfrutando de que ahora A Estrada tiene una amplia zona peatonal. Al menos, dejó que la estrenasen Melchor, Gaspar y Baltasar, en una cabalgata “como las de antes”: “antes del COVID; antes de que la normalidad se metiese un Kit Kat entre pecho y espalda; antes de una línea temporal que pasó a datarlo todo con la etiqueta de antes o después de la pandemia, aun cuando el coronavirus siga campando entre nosotros completamente a sus anchas.

Este año me tocó librar en el turno en el que cayeron chuzos de punta, como nos gusta decir a los gallegos. No se trata de que ahora ya no estemos acostumbrados a inviernos como los de antes, es que, tanto ayer como hoy, son un auténtico fastidio para quienes quieren disfrutar del tiempo libre sin estar encerrados. Para eso ya nos llegó la era corononavírica. Pues bien, en mis días libres quería hacer algo navideño con los niños, en formato low cost o, al menos, moderadamente barato. Pensé en las luces de Vigo varias veces.

Habíamos ido toda la familia en 2019 y todavía tengo fresco el recuerdo del atasco que nos comimos al marchar, así que este año estuve viendo –durante varios días seguidos– la opción del desplazamiento en tren, con distintos puntos como origen. Nada. Imposible. No encontraba una opción ferroviaria para ir a ver las luces más famosas de la Navidad en España que me permitiese regresar habiéndolas visto encendidas. Así que desistí, resignada –léase muy cabreada– a que la lluvia chafase los muchos planes al aire libre que se podían hacer en A Estrada para empaparse del espíritu de estas fiestas.

Algo diferente

Mi madre llegó un mañana con la propuesta. Quería ir a ver “unas aldeas de Navidad” de las que había escuchado hablar en la radio. Reconozco que me avergoncé de que no se me hubiese ocurrido a mí y tuviese que venir ella con el plan hecho desde Sigüeiro. Pero no me saca los colores decir que resultó todo un acierto. Disfrutamos todos, niños y mayores. Me saco el sombrero. Las Aldeas de Nadal de Lalín son una iniciativa que hay que aplaudir sin complejos. Es algo completamente diferente y está muy bien organizado, sin necesidad de fiarlo todo a las luces como si nos hubiésemos vuelto polillas desatadas con gorro de Papá Noel.

Cada una de las aldeas tiene su propio encanto, desde la de Papá Noel hasta la de los Reyes Magos, aunque reconozco que mi preferida fue la de los Trasnos. Ojalá siga creciendo en próximas ediciones. Recorrido gratuito en tren turístico o en calesa de caballos, además de cuentacuentos o de fotos con Os Bolechas. Dio tiempo para echar un ojo a algún que otro escaparate local, probar suerte para el sorteo del Niño y terminar la tarde con un chocolate caliente, verificando que las aldeas pueden estar todavía más bonitas cuando cae la noche.

Ni que decir tiene que, al llegar, aparcamos rápido y gratis y que, al marchar, no pillamos atasco alguno. Fue un plan redondo, al que mis hijos pudieron poner broche saltando en el Tirachinas del Parque de Nadal de A Estrada y en su Torito Vacilón.

Buen tiempo: Navidad en la calle

La llegada del buen tiempo lo cambió todo para “los de provincias”. El esfuerzo de Concello y la Asociación de Comerciantes da Estrada (ACOE) permitió en la primera semana de 2023 que la celebración de la Navidad recuperase el pulso. Fueron días de desfiles, de magia en la calle, de dragones gigantes sueltos por las zonas más céntricas y de niños con la alegría y la emoción dibujada en el rostro. Sin necesidad de salir de la “aldea”. En casa. El broche lo pusieron los Reyes, que protagonizaron un apoteósico regreso de la cabalgata, con interminables colas para que los niños pudiesen tener sus minutos de auténticos fans con Melchor, Gaspar o Baltasar. ¡Cómo se echaban de menos!

Y si hablamos de aldea en Navidad, no podemos olvidarnos de Forcarei. También al gobierno de Verónica Pichel hay que aplaudirle la idea de fomentar un concurso de decoración en el rural, capaz de unir a los vecinos en el empeño común de hacer que el espíritu de estas fiestas convierta el lugar en el que viven en un auténtico caleidoscopio, en el que se fusionan estampas de Belén con las de Laponia. Outeiro, en San Miguel de Presqueiras, se impuso este año y se convirtió en punto de peregrinaje de quienes se enteraron de esta iniciativa, que salpicó con gran creatividad a otros lugares como O Sixto o Gaxín. Demostraron que, con mucho reciclaje y con grandes dosis de ilusión, el rural no necesita demasiadas bombillas para sorprender en Navidad. Para el año más y mejor.

Como si de una fábula se tratase, el cuento de Navidad que acabo de compartir tiene una moraleja. Nos empeñamos en seguir la estela del faro que más brilla. Es lógico que lo hermoso nos atraiga a todos, faltaría más. Y está muy bien disfrutarlo. Si nos apetece peregrinar a Vigo atraídos por su luz, hagámoslo. Pero, por favor, no olvidemos que en nuestra “aldea” la Navidad también llega cada año y que, en realidad, depende de cada uno de nosotros ayudarla a brillar con luz propia. No se trata de imitar algo que nunca podremos igualar, sino de sacar músculo con nuestras propias fortalezas, como han hecho Lalín y Forcarei. El año que viene lo tengo claro: yo me quedo en la aldea.

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