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Aurora Fernández, rodeada de sus seis hijos en la celebración de su centenario. | // BERNABÉ/ANA AGRA

Aurora cumple un siglo

Aurora sopló las velas con una fuerza centenaria. Ha estado caminando por el mundo durante 100 años. Ha sabido lo que son las guerras. Ha trabajado en el campo toda su vida y ha sacado adelante a toda su familia. Porque Aurora, como diría Rosalía, era a viúva dun vivo. Se hizo cargo de sus seis hijos cuando su marido se vio obligado a emigrar: primero a Santo Domingo y luego a Francia. Y mientras tanto, como la directora de una sinfónica, Aurora consiguió llevar la “batuta”. Así es como lo cuentan sus hijos.

Tras “una vida muy dura”, Aurora se merecía celebrar su siglo de vida por todo lo alto. Por ello, su familia más cercana decidió reunirse ayer para soplar las velas. “Queríamos hacer algo en pequeño formato porque el virus sigue ahí. Estamos todos sus hijos y algunos nietos, pero solo los que están vacunados”, explica Luis Otero, consciente de que todavía es necesario tomar medidas que eviten contagios.

Natural de Cruces

Según él mismo explica, su madre, Aurora Fernández, nació un 14 de junio de 1921 en Vila de Cruces. Se casó con su marido, natural de Touro, pero a principios de los 50 adquirieron una casa en Guimarei. El mismo lugar en el que criaron a sus seis hijos y en los que ellos, en palabras de Luis, tuvieron “una infancia muy buena dentro de las posibilidades”.

Por ello, y con el objetivo de honrar a su madre, decidieron reunirse para soplar juntos las velas y celebrar la vida, pese a los tiempos que corren. Y es que la pandemia, a Aurora, no le ha afectado mucho. “No sufrió demasiado porque vive en una casa. Salía al jardín, hacía sus cosas...”, indica Luis, en referencia a todas aquellas personas que sí tuvieron la sensación de estar encerradas en pisos y grandes ciudades.

Buena salud

“Para tener 100 años, se encuentra bastante bien”, dice Luis. Según detalla, tiene pequeños achaques propios de la edad, pero sus 100 años están lo suficientemente bien llevados como para que Aurora disfrute de una comida familiar. De esas que brillan con luz propia.

Así es que Aurora, estradense de adopción y cruceña de nacimiento, recibió ayer a una gran parte de su familia para abrazar oficialmente los cien años. Sopló con fuerza y continuó con arrojo. Consciente de ser testigo presencial de algunos de los acontecimientos históricos más relevantes del último siglo. Y sabedora, también, de ser una mujer fuerte, como tantas otras gallegas, que tiraron hacia delante con lo que tenían a mano. Y, sobre todo, con el arrojo necesario para no perder nunca la sonrisa.

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