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El soutelano Alfredo González Ruibal dirige el proyecto del Valle de los Caídos

Impulsor, junto a su padre y hermano, del Cetmo, lidera la excavación arqueológica del plan de resignificación del monumento

González Ruibal, en el Valle de los caídos. | // ÁLVARO MINGUITO

“Con pico y pala. Como los presos que lo construyeron”. Así afronta el soutelano Alfredo González Ruibal el trabajo que tiene por delante como director del proyecto Arqueología del Valle de los Caídos. El también promotor del Centro Etnográfico de Terra de Montes (Cetmo) es arqueólogo en el Instituto de Ciencias del Patrimonio, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (Cesic). Desde la humildad que caracteriza a los más grandes en su ámbito, Alfredo afronta esta oportunidad con ganas y sin que la envergadura del proyecto se le haya subido a la cabeza. Explica que ya están excavando y que en los próximos días, cuando la Secretaría de Estado de Memoria Democrática lo estime oportuno, se conocerán más detalles de la actuación que se realiza en un lugar que es todo un icono de la memoria del franquismo.

Ruibal –que recientemente publicó un artículo de opinión en Público dando las claves para avalar la excavación en el Valle de los Caídos– explica que el objetivo de este proyecto es investigar los espacios donde vivieron los presos y sus familiares durante la construcción del monumento. “Sabemos que los reclusos vivieron en barracones en tres poblados, cada uno asociado a una de las empresas constructoras del Valle de los Caídos. Sabemos, también, que sus familiares comenzaron a acompañarlos de forma eventual o permanente. Y que vivían en chabolas que construían los presos, con ramas y piedras, en su tiempo libre”, indica. La excavación arqueológica de estas chabolas y barracones sería parte de un programa más amplio de resignificación del Valle de los Caídos emprendido por la citada secretaría y del que formó parte el traslado de los restos de Franco, la próxima exhumación de víctimas enterradas en las criptas a petición de sus familiares y el cambio en el régimen jurídico del monumento, entre otros.

Herramienta pedagógica

Apunta González Ruibal en su artículo que con todo ello se persigue transformar “un espacio de memoria franquista en un espacio de memoria democrática que desborde el discurso de la dictadura, que aún domina su percepción pública, y construya un nuevo relato que explique por qué fue concebido y construido, y por qué es indispensable su transformación en una herramienta pedagógica sobre la guerra y el franquismo en clave democrática”.

Este soutelano asume la controversia que genera la excavación del Valle. Por una parte estarían las voces más conservadoras y ultraderechistas, que consideran que no hay que tocarlo. Por otro, una parte de la izquierda que defiende dinamitarlo. “El riesgo de no tocarlo es claro: equivale a dejar vigente el relato franquista. Porque el Valle de los Caídos es, entre muchas otras cosas, un relato. Y un relato particularmente efectivo, porque es monumental y sobrecogedor, porque apela a la emoción y no a la razón, porque deja en suspenso la historia y construye en su lugar un mito que sublima la guerra y la dictadura.”, señala Alfredo González, que también observa que “el riesgo de borrarlo de la faz de la tierra es también grande, porque borrar y olvidar suelen ir de la mano”.

“Excavar es una forma de hacer memoria; de sacar a la luz y hacer público lo que ha permanecido oculto, bien porque resulta incómodo, bien porque no se considera importante. La vida de quienes construyeron el Valle y de los familiares que les acompañaron se encuentra a medio camino entre la categoría de lo incómodo y lo carente de importancia”, remarca este arqueólogo. Indica también que la arqueología a la que dedica su ejercicio profesional “estudia la vida de la gente que no importa”. “Lo hace para demostrar que sí importa, porque en una democracia importamos todos. Y quienes han sufrido explotación y olvido merecen un recuerdo especial”, apostilla.

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