Síguenos en redes sociales:

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Manifestación de hosteleros en Lalín el pasado 24 de febrero. | // BERNABÉ

La hostelería, contra las medidas de la Xunta

Discrepa de normas como la identificación de clientes o los medidores de carbono | Los colectivos afirman que los nuevos cambios solo benefician a negocios con licencia de restaurante y no a todos los que ofrecen comidas

La hostelería desautoriza las nuevas medidas anunciadas por la Xunta que entrarán hoy en vigor por entender que parten de la “improvisación” y, al contrario de lo que pueda parecer, solo conseguirán una “división” del sector.

El presidente del colectivo lalinense, Alejandro Iglesias, aporta algunas de las claves por las que la Plataforma en Defensa da Hostalaría Galega –de la que es vocal– pone en tela de juicio la ampliación de horarios; algo que aparentemente debería contentar al gremio y a sus clientes. El chef indica que detrás de los anuncios de trazo grueso se esconde la letra pequeña de unas normas “arbitrarias, discriminatorias y sin base que las sustente” que, opina “parece que se tomaron a salto de mata para tratar de acallar o tranquilizar a los profesionales”. Recuerda que la Xunta abre la mano con esta normativa solo a los negocios con licencia de restaurante, que en los concellos de la zona son los menos; es decir, el resto de establecimientos con otro tipo de autorizaciones quedan fuera. “Yo tengo un restaurante y puedo resultar beneficiado, pero esto generará una especie de competencia entre los negocios”, aduce. Otra de las cuestiones objeto de crítica por parte del sector es que sea preciso, cuando se cogen las reservas por teléfono, pedir el DNI al cliente pues duda incluso del alcance legal de esta medida. También considera en cierto modo un dislate que se autorice la apertura de los restaurantes hasta las 23.00 horas, justo cuando la gente debe recogerse en su casa o que si un cliente está consumiendo a las 21.00 horas en las mesas de la zona de la barra deba invitarlo a marcharse o a pasar al comedor obligatoriamente si desea permanecer en un establecimiento. O que a partir de las nueve de la noche haya que identificar a todas las personas y mantener su contacto telefónico en un registro al menos durante un mes.

La instalación de medidores de dióxido de carbono es otro asunto fuertemente censurado no solo por implicar un gasto añadido más, sino porque ahora son obligatorios por el hecho de abrir dos horas más al día. Iglesias pone como ejemplo su restaurante [con servicio de bar y dos zonas de comedor] donde ya compró hasta tres mecanismos que le supusieron un coste de 380 euros. Explica que los medidores deben mostrar los niveles de CO2 en tiempo real, estar en una zona visible para los clientes y alejados de ventanas u otros puntos de ventilación. Por último, se pregunta para qué es necesario asumir más gastos si a partir del 9 de mayo se pone fin al estado de alarma.

Manuel Bascuas, presidente de Hosteleiros da Estrada, coincide con su homólogo lalinense en que los negocios con autorización de restaurante “se cuentan con los dedos de una o dos manos” y que estas medidas perjudican hábitos asentados de clientes que en su mayor parte sí salen de tapeo, pero no se sientan en una mesa para una cena convencional. “No dudo de que las medidas estén bien desde el punto de vista clínico, pero no tienen ningún sentido”, dice, a la par que comenta que la situación sanitaria provocada por la pandemia en Galicia ahora mismo es positiva. “Por la mañana o la tarde se trabaja bien, pero ¿por la noche? se pregunta.

Opinión de Crespo

Sobre las nuevas medidas de la Xunta se pronunció ayer el alcalde lalinense, José Crespo. “A todos nos gustaría que fuesen más laxas y a la hostelería también, pro hay que ser razonables; cuando hay un comité clínico que funciona y que es muy previsor, Galicia fue una de las comunidades que mejor capeó todos los avatares de la pandemia”, dijo. Opina que la situación todavía requiere medidas restrictivas y que los establecimientos, sin excepción, puedan trabajar con un volumen de negocio suficiente “que les permita aguantar para ir tirando y después, cuando haya bastante gente vacunada, pueda ir poco a poco volviendo a la vida normal, dijo en una entrevista radiofónica.

Demasiados gastos para unas cajas semivacías

El Cabanas es uno de los restaurantes más populares de las comarcas y el testimonio de su cocinero, Alejandro Iglesias, es ilustrativo para comprender la realidad de un sector que ha pasado demasiado tiempo con la verja echada por una pandemia que hizo mucha mella en la hostelería. Entre cierres y reaperturas es fácil perder la cuenta de las ocasiones en la que bares y restaurantes fueron forzados. Para la tercera desescalada, de finales de febrero, Iglesias asegura que “solo para reabrir gastamos 800 euros”.

Un camarero desinfecta una mesa en una terraza. // Bernabé/Javier Lalín

Entre los nuevos gastos fijos están los productos para la protección de clientes y trabajadores como geles hidroalcohólicos con sus dispensadores de pedal, toallitas, mascarillas o productos para la desinfección de mesas, sillas y zonas comunes. “Cada botella de líquido cuesta entre cuatro ó cinco euros y el gel lo compramos por garrafas de cinco litros, que me salen en unos cincuenta euros”, señala. Son demasiados gastos para un sector en el que sus cajas se abren muchas menos veces que antes. Y a partir de la madrugada de mañana al sábado, en función del tamaño de los restaurantes, será necesario quitar de la registradora otros cientos de euros para la adquisición de medidores de dióxido de carbono.

Esta es una noticia premium. Si eres suscriptor pincha aquí.

Si quieres continuar leyendo hazte suscriptor desde aquí y descubre nuestras tarifas.