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Jesús Armenteros, con una gama de productos del lagar.

JESÚS ARMENTEROS | Propietario de Lagar de Ribela

“A Estrada precisa una sidrería grande, que no sea susceptible a los vaivenes del mercado”

El auge de la sidra en A Estrada no se entendería sin Jesús Armenteros ni sin Ribela como referente. Fue el primer presidente de la Asociación Maceira e Sidra y uno de los grandes abanderados de la sidricultura. Diez años después de abrir el primer lagar con registro del municipio y de llevar el sabor de la sidra estradense por Estados Unidos, Canadá y muchos países europeos, Jesús cuelga el mandil. El COVID ha supuesto un mazazo para su lagar. No es un adiós definitivo. El elixir de la tentación engancha.

–Lagar de Ribela anuncia un cese de su actividad. ¿Ha sido tan duro el mazazo de 2020?

–Cuando hay una situación límite hay que plantear soluciones drásticas y también un poco imaginativas. Para nosotros sí fue duro, puesto que teníamos muy enfocada todo lo que es la red comercial a exportación, entonces al ser una pandemia mundial y afectar especialmente a Estados Unidos, la parte de distribución se fue abajo. Eso supuso que no haya pedidos, incluso quiebras de empresas, y nos desmontó un poco esa red comercial que teníamos establecida que era un poco la base de la subsistencia de Lagar de Ribela. Si a eso añadimos la hostelería, que también está tocada, pues es un cúmulo de circunstancias por varios frentes que te dejan un poco KO. Y luego el factor clave es la continuidad sin visos de solución, porque tampoco tenemos una perspectiva o un referente ilusionante. Es que esto…no sabemos cómo va a ir.

–Todo está sumido en un mar de incertidumbre, sin un horizonte temporal mínimamente definido en el que depositar esperanzas.

–Sí, porque la resistencia va un poco acorde a ver la meta. Pero es que no se ve la meta. Y una empresa hay que mantenerla. Los gastos son los mismos. Sino hay facturación, se produce un crack.

–Lagar de Ribela formó parte de la creación de la Asociación Maceira e Sidra en el año 2011 y, un año después, fue el primero en lanzar al mercado su propia sidra. Usted mismo se convirtió en referente de la sidricultura...

–Fue todo un poco, el crecimiento del movimiento sidrero con los proyectos de producción de sidra. El movimiento fue muy ilusionante y acaparó las fuerzas de muchas personas que hicimos posible todo esto. Fue paralelo el crecimiento de sidra, con crecimiento de la feria y crecimiento del asociacionismo.

–¿Por qué escogió el camino de la exportación internacional?

–Vimos que el mercado de la sidra en España estaba un poco monopolizado por las sidras de bajo precio, fundamentalmente asturianas, y era un mercado muy maduro, muy agresivo y muy competitivo. Entrar con una producción artesana, ecológica y con la trazabilidad que teníamos, con un producto de la zona y de origen, compitiendo con ellos era ya un batacazo absoluto. Optamos por apostar por la gente que pudiese estar interesada en nuestro producto, con un precio más elevado . Creo que fuera se valora mucho más el producto que el precio.

–Su elección llevó el nombre de A Estrada y el sabor de su sidra por Estados Unidos, Canadá y muchos países europeos. Ribela se convirtió en embajadora. La sidra se queda sin cuerpo diplomático.

–Vamos a considerarlo una parada creativa. Evidentemente, este mundo engancha. Hemos disfrutado mucho. Hemos ido siete veces a Estados Unidos, dando a conocer lo que hacemos, dónde lo hacemos y el lugar en el que lo hacemos. Es una satisfacción eso que dices de sentirse un poco embajador de A Estrada. En base a los acontecimientos y esa parada creativa veremos cómo se pueden replantear nuestros proyectos. La empresa en sí sigue activa. Lo que dejamos es de fabricar en nuestras instalaciones el producto porque tenemos unos costos altos. Pero creo que alguna fórmula y alguna idea se nos ocurrirá porque somos muy creativos.

–¿Cómo vio y cómo ve el sector que ayudó a florecer?

–La experiencia ha sido muy bonita porque conseguimos hacer mucho donde no había nada. Eso ya es una satisfacción enorme. Veo cierto verdor en lo que es un músculo fuerte. Queda mucho por hacer, mucho por vender y mucho por fabricar. Pero creo que es un sector donde va a haber potencial de crecimiento. A Estrada no se caracteriza por tener una gran industria ni gran turismo ni tampoco tiene playas, por lo menos de mar; pero tiene muchísimas cosas positivas. Creer en lo que tenemos y saberlo vender es una de las obligaciones que tenemos y un reto de las nuevas generaciones para que A Estrada siga creciendo y no perdiendo población. Aquí la parte agroalimentaria sostenible tiene un potencial enorme.

–¿Hacia dónde cree que debe encaminar sus pasos?

–Siempre he sido partidario de que, una vez creados estos pequeños proyectos empresariales, familiares y muy bonitos, se dé el salto hacia una industria sidrera potente. A Estrada precisa una sidrería grande, que no sea tan susceptible a los vaivenes del mercado y que aglutine toda la producción. Por poner un símil, podemos ver lo que pasó en Rías Baixas hace 30 o 40 años y lo que es hoy Rías Baixas. El albariño no se embotellaba siquiera y, hoy por hoy, es uno de los sectores más potentes que tiene la comarca. Unir fuerzas, cooperativas, producción, inversores y hacer una gran sidrería en A Estrada que haga un gran producto y que comercialice por todos los sitios, sin límites. Dar ese paso hacia delante para mí sería la solución del sector y a lo que me uniría en cualquier proyecto y apoyaría.

– ¿Apoyan los estradenses al sector a través del consumo?

–Es difícil esa pregunta. Nadie es profeta en su tierra. Vamos a dejarlo con ese matiz. Yo he tenido más reconocimientos en Massachusetts o fuera que en A Estrada, aunque tampoco me puedo quejar de mis clientes de A Estrada, que con mucho cariño y fidelidad siempre han tenido mi producto. El estradense tiene que creer en su pueblo y tiene que saber que el futuro, si no se hacen cosas, es muy incierto y muy oscuro. Por eso creo que todo lo que se haga en la línea de desarrollar la zona y atraer a gente a vivir supone que el pueblo crezca. Que compren más o menos sidra creo que es una cuestión puramente puntual y fruto un poco de la agresividad de los productos industriales y de la gran distribución. Lógicamente un bar no puede subsistir teniendo sidra estradense. Al final se echan en manos de una gran cervecera que le vende el vino y le vende todo y, lógicamente, le cierra las puertas a nuestro producto. Pero contábamos con ello. Sabíamos que no era fácil.

–En su lagar siempre bulló la innovación. ¿Dejará la fermentación de obrar la magia en Ribela?

–En principio vamos a parar lo que es la producción y las ventas pero, lógicamente, seguimos muy vinculados al sector rural. Nuestro departamento cretivo y de I+D+I no para ni de noche. Tenemos ideas para dar y seguir. Quien pierde la ilusión pierde el interés por todo. Lo importante es ver de qué forma lo podemos plasmar porque, dada la situación actual, como empresa es muy complicado y las empresas son instrumentos de generación de riqueza, no sueños románticos de descapitalización.

–No es este un adiós definitivo, entonces.

–No, no. Todo lo contrario. He recibido el apoyo de muchísima gente, lo cual ayuda a tragar el sapo. Estoy fascinando del mundo de las redes, que parece tan frívolo y tan superfluo, y la gente de muchos países y sitios me han dado su apoyo y eso te hace sentirte acompañado y con ganas de seguir en el mismo sitio y por el mismo camino.

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