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MERCEDES GARRIDO PAZ | Bibliotecaria de A Estrada, jubilada tras 37 años

“Fui muy feliz estos 37 años de bibliotecaria. Vi crecer a generaciones”

“La biblioteca tiene que dejar de llamarse así y ser un centro de información global”

Mercedes Garrido Paz, ayer, en su último día como bibliotecaria municipal de A Estrada. // Bernabé / J. Lalín

Mercedes Garrido Paz se jubila tras 37 años como bibliotecaria municipal de A Estrada. Confiesa que ha sido muy feliz viendo crecer y formarse a numerosos estradenses.

–Afronta su último día como bibliotecaria de A Estrada, ¿qué balance realiza de estos 37 años?

–Estoy muy contenta. Fui muy feliz siendo bibliotecaria. Con el paso del tiempo he visto crecer a generaciones enteras. Los vi de pequeñitos, luego preparando oposiciones y ahora muchos son funcionarios de Hacienda, médicos, maestros... Estoy encantada. Quiero mucho a este pueblo y estoy muy agradecida. Si a lo largo de estos 37 años he metido la pata, que me disculpe.

–En estos años la biblioteca ha pasado por tres inmuebles distintos: el de Serafín Pazo, la actual Casa da Música y la Casa das Letras. ¿Qué recuerdo guarda de estas tres etapas?

–En Serafín Pazo estábamos en unas condiciones lúgubres. El edifico era muy viejo. Era una biblioteca de supervivencia, de guerra. Llovía dentro. Pero había buena voluntad y nos íbamos apañando. Recuerdo los crujidos de la escalera, el altillo... Yo aun usaba ficha de papel, de 12 por 6. Luego nos fuimos al instituto viejo, donde yo había estudiado. Ahí empezamos a informatizar la gestión con un programa, Meiga, completísimo. Yo soy muy torpe para la tecnología. Y ese programa estaba a medio camino entre la tecnología y la rama humanístia. Me respondía. Luego nos mudamos a la Casa das Letras, donde tenemos una biblioteca de primer orden. Pocas tienen unas instalaciones como las nuestras. Me pusieron el programa Koha, que nos conecta con la Red de Bibliotecas de Galicia. Lo tengo un poquito atascado. No me satisface aunque es muy eficaz. Soy muy torpe para la tecnología. Menos mal que tengo a mis Steve Jobs particulares, los informáticos del Concello. (Risas).

–Atesorará múltiples anécdotas...

–Sí. A montones. Siempre cuento la pasión que había antes por los cómics de Tintín. Ha decaído completamente. Yo recuerdo renovar las colecciones de Tintín dos y hasta tres veces, de gastaditos. Teníamos “tintiadictos”. Luego hubo chicos a los que les perdí la pista. Y, de repente, en el hospital uno me saluda y me pregunta si no le recuerdo. Era médico. O la más curiosa de todos. La de un niño que siempre leía libros sobre aviación. Le chiflaba. Le pregunté por qué y me dijo que de mayor quería ser piloto de peripecias. Años después volvió, con su hijo en brazos, y no le reconocí. Me dijo: “soy el piloto de peripecias”. He visto crecer a muchos chicos. Y cuando los que ahora me gobiernan en la biblioteca llegaron al poder pensé: “ya estoy mayor”. ¡El concejal y el alcalde que me mandan son los mismos a los que yo les servía el cómic de Tintín! (Risas).

“Los jóvenes están apremiados por la necesidad”

–¿Cómo ha cambiado su labor en estos 37 años?

–Empecé con un trabajo casi amanuense que hoy se ha tecnologizado. La informatización corre a gran velocidad. Cambió muchas cosas y muchas son grandes avances. Pero lo cierto es que también creo que no suponen nada a la hora de potenciar la capacidad lectora y discernimiento. Eso no lo da una máquina. Leer el libro sigue siendo fundamental. La información corre a la velocidad de la luz y está globalizada y muy manipulada. Hay que seguir peleando por el discernimiento personal.

–-¿Y cómo cambió el perfil de los usuarios?

–Antes venían niños pequeños, que estaba muy entregado a los libros de fantasía y de imaginación. Luego, hubo una etapa en la que lo que se pedía era el libro de lectura obligatoria. Y ahora noto que el adolescente se hace maduro más pronto. Los jóvenes están apremiados por la necesidad, por un tipo de vida apremiante, muy dura. Y se aplican porqu een ello les va la vida: tener trabajo en una sociedad cambiante donde se están sustituyendo los valores. Vienen a estudiar para sacar oposiciones. Los veo muy concienciados.

–¿Cuáles son los retos de futuro de la biblioteca?

–Antes de nada debe dejar de ser biblioteca, en el sentido literal del “biblio” (libros) y “teca” (caja). Tiene que ser un centro de información global fundamentado en la tecnología. El profesional que la lleve tiene que dominar el binomio formación humanística y tecnológica. Las bibliotecas se han convertido en grandes centros de datos.

–¿A qué se va a dedicar ahora, durante su jubilación?

– A todo menos a hacer deporte. Lo único que me gusta del deporte es Rafa Nadal. Lo adoro. Me encantaría ir a ver un partido. Por lo demás, la vida laboral te va llevando en paralelo a la personal. Me casé, tuve dos hijos (una ya casada que vive en Suiza y otro, que es profesor). Mi marido es santiagués. Viviremos a caballo entre A Estrada y Santiago. y seguiré leyendo mucho. Me encanta.

“Empecé un martes y 13 con Reimóndez de alcalde”

–¿Recuerda su primer día como bibliotecaria?

–Sí. Empecé un martes y 13 con Manuel Reimóndez Portela de alcalde. Era adorable. Un alcalde muy culto. Me llamó y me dijo que si quería, al ser martes y 13, podía empezar al día siguiente. Le dije que no. Yo paso olímpicamente de supersticiones.

–Ha visto pasar ya a unos cuantos alcaldes...

–Sí: Reimóndez, Elvira, Suso Tallón, Chito Campos, Dono y José, el actual. Mi valoración de todos ellos es positiva. Si unos fueron buenos, los otrros mejores. Siempre me dejaron mucha autonomía. Hice muchas campañas, más allá de las clásicas y nunca tuve pegas ni por eso ni por comprar materiales.

–Ahora esas campañas están interrumpidas por el COVID, que sufrió usted personalmente...

–Sí. Me contagié en la primera ornada, por golosa. En un cocido con amigos que estudiaron conmigo y están de médicos en Madrid. Estuve en la UCI pero salí para delante. Estaba encantada con médicos y enfermeras. Solo puedo dar las gracias.

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