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Aprender a vivir bajo un escudo

La pandemia cambió la forma de trabajo en Emerxencias de A Estrada

Personal de Emerxencias desinfecta una ambulancia.

La pandemia ha tatuado a quienes la han vivido desde la primera línea. Es posible que su marca no se vea, pero está ahí y se percibe. Ha dejado una huella en su forma de afrontar el día a día. Desde que se decretó el estado de alarma, el servicio de Emerxencias de A Estrada suma cerca de 200 operativos. Entre ellos figuran 127 traslados en ambulancia. Más de la mitad exigieron a estos profesionales llevar medidas de protección contra el Covid-19. Y esa es una losa cuyo peso solo entiende quien la ha cargado durante horas. La crisis sanitaria cambió la forma de trabajo de esta unidad. Quizás para siempre.

"Nos cambió mucho. El protocolo cambió totalmente", reconoce desde el servicio Manuel González Chedas, de guardia en la jornada de ayer. El simple hecho de tener una salida en ambulancia implica vestirse con una bata, unas gafas y una mascarilla que antes no eran necesarias. El EPI se pone en función del tipo de aviso o del panorama que se encuentren al llegar, si bien reconocen que salir con él de la base permite contar con ayuda. "El calor es algo tremendo", relata González. Y es que el equipo regresa con todo este material de protección puesto en la ambulancia, después de dejar al paciente. No pueden desprenderse de esta losa hasta que hayan desinfectado la ambulancia. Cuando terminan este trabajo, una tercera persona ha de ponerse su propio equipo de protección para ayudar a sus compañeros a desvestirse y desinfectarse. Los tres han de ir después directos a la ducha. "Te viene un día de 30 grados y te sientes morir, eso sin contar que en una salida tengas que hacer una RCP o bajar a una persona de un tercer piso", apuntan.

Los cambios también son una cuestión de tiempo. Emerxencias de A Estrada realiza traslados tanto al hospital de Santiago como al de Montecelo. Antes del coronavirus, si tenían, por ejemplo, que trasladar a una persona de Forcarei hasta Montecelo, con todo lo que ello comporta, el servicio podría prolongarse durante tres horas. A ese tiempo hay que sumar ahora lo que supondría ponerse un EPI y al menos otra media hora para las labores de desinfección de la ambulancia.

Otra situación nueva: antes, de regreso de una intervención, la ambulancia podía enlazar con otro servicio. "Ahora, si vas vestido con el EPI, no lo puedes hacer y tienes que ir a desinfectar la ambulancia; se pierde operatividad", reconoce González Chedas. Para el paciente, uno de los cambios durante el traslado es que a todos les ponen guantes para reducir una posible transmisión en las superficies del vehículo sanitario que puedan tocar.

La propia base de Emerxencias se desinfecta en cada cambio de turno, incluyendo manillas, teléfonos o mandos a distancia. Los pies se desinfectan antes de entrar y no se permiten visitas. Hasta la paquetería se recibe fuera.

A todo ello hay que sumar el miedo, indeseable compañero de trabajo. Manuel González confiesa que lleva un montón de años de servicio y que todavía siente cierta tensión cuando acude al escenario de un accidente con excarcelación, por la incertidumbre de qué se encontrará. "Eso no se nos pasará nunca y es mejor así, nos hace estar alerta", apunta. Sin embargo, después de prestar el servicio a la ciudadanía, hay que regresar a casa. "La duda de si lo llevas o no...", reconoce. Para esquivarla, el equipo trata de protegerse en todos los escenarios. Y es que es posible que acudan a un incendio o a un accidente con gente inconsciente, sin posibilidad de saber nada de si tiene síntomas o no del virus, además de que, en una situación de miedo y ansiedad, la gente se olvida de precauciones tan básicas como la distancia de seguridad o la mascarilla. "Es difícil porque no siempre lo das controlado todo", confiesa este integrante de Emerxencias.

"Tenemos la suerte de poder protegernos. Tenemos material y un protocolo que está muy bien. Fuimos previsores y nunca nos faltó. La gente trabaja con preocupación, pero si ve que se preocupan por ella se siente más segura", apunta Manuel González Chedas.

La normalidad se va abriendo paso en el servicio, aunque este haya cambiado. El número de traslados en ambulancia se redujo durante la crisis, con menos accidentes y menos incidencias ajenas a la propia pandemia. "La gente no quería ir al hospital. Iba si realmente no le quedaba más remedio. Eso lo notamos. Los servicios eran de más riesgo, pero menos", indican.

Los trabajadores de este servicio han aprendido a vivir bajo un escudo. Es una de la lecciones que deja esta crisis. Ha puesto el acento en la prevención, en la necesidad de darle todavía más importancia y de seguir a rajatabla los protocolos. "Necesitamos estar preparados. Esto puede volver a pasar o podría ser otro virus", apuntan. Cuidarse para poder cuidar. Es el resumen de la lección.

Emerxencias ha tirado de didáctica en esta crisis. A través de sus redes sociales, el servicio ha informado puntualmente a los ciudadanos de cada cambio en la desescalada, ha compartido pautas de actuación y ha pedido -y sigue pidiendo- prudencia. Concienciación, prevención y respeto por los demás.Pasar el examen con nota es por ti, es por todos.

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