La presencia del Castro de Doade es evidente solo con una ojeada desde la Casa do Patrón, ya que se ubica a una altura de 544 metros y sobre una terraza natural sobre el río Asneiro. Pero hace décadas que los vecinos saben que bajo las tierras aradas y la maleza se encuentra un enclave arqueológico porque, año tras año "y desde hace unos 70" aparecían, al arar, molinos de granito, restos de cerámica y hasta una especie de ventana de pizarra, como relata Lola, la propietaria de una de las siete fincas que adquirió Casa do Patrón para poder efectuar las calicatas. Lola no es el único testimonio vivo del hallazgo de estos restos. Un familiar del propio Manuel Blanco recuerda cómo, con los trabajos agrarios, aparecían siempre restos de muros "que quizá sean de una vivienda", apunta Erik Carlsson-Brant. Sea como fuere, ahora el castro se convierte en "la actuación cultural más importante de la parroquia" dice Blanco.