Después de irse un señor grande, Andrea Dovizioso, se va un señor joven, Gabriel Rodrigo, que acaba de anunciar que deja las carreras. El motociclismo pierde a un chico de 25 años que, por encima de muchas cosas, de sus extraordinarias manos y una sensibilidad fuera de lo común sobre la moto, ha sido siempre, a lo largo de sus nueve años en el Mundial, sus 123 carreras, sus seis poles y sus dos podios, un auténtico caballero.

Gabriel Rodrigo acaba de anunciar que abandona el Mundial de motociclismo y que lo hace, fundamentalmente, porque no quiere seguir jugándose la vida cuando no siente la pasión de antes y, sobre todo, porque no tiene la seguridad de que es eso lo que le gusta, lo que quiere, lo que le pide su corazón y su cabeza. Sus maravillosos padres, Ricardo y Bice, y su no menos encantadora esposa, Elia Rabasa, van a ser ¡desde ya! los seres más felices del mundo.

“He decidido poner punto final a mi carrera deportiva después de darle muchas vueltas a mi cabeza”, ha comentado el propio Gabriel, con la seguridad de un veterano. “Todo empezó cuando, nada más firmar este año mi contrato para correr en Moto2, en unos entrenamientos privados, sufrí un accidente en el que pude haber perdido la vida y eso, junto a las numerosas desgracias que hemos vivido, en los últimos años, de compañeros nuestros, me ha hecho replantearme la situación, pensando si valía la pena seguir tomando tantos riesgos cada vez que me subía a la moto, pues tengo muchos proyectos en la cabeza, tengo muchas ambiciones, me gusta mi vida, me gusta mi familia, la gente que tengo a mi lado y, la verdad, no estoy dispuesto a poner todo eso en peligro por seguir corriendo en moto”.

Rodrigo asegura sentirse la mar de feliz tras haber tomado y anunciado su retirada. “A principios de año, ya le comenté a Elia, mi esposa, la persona con la que tengo más confianza, que no pensaba seguir corriendo mucho más tiempo, aunque seguía con ganas de probar en Moto2. Pero, tras esa charla, sufrí la lesión en el hombro derecho, que me ha hecho correr este año en pésimas condiciones”.

No solo corrió en pésimas condiciones físicas, sino que tuvo que parar, bajarse de la moto. Y fue en ese parón cuando empezó a darle vueltas a la idea de retirarse, de dejar de correr. “Me paré y me di tiempo para escuchar a mi cuerpo, a mi corazón y, al final, me he dado cuenta de que no tenía sentido seguir corriendo pues, si lo hacía, era por pena y melancolía, por mantener mi identidad”.

Es evidente que Gabri se va con una sonrisa inmensa en su rostro, pues no solo ha sido el muchacho más feliz del mundo “al haber podido convertir mi pasión en mi profesión”, sino porque, mientras estuvo sobre la moto, lo dio todo para ganar. “Me siento muy orgulloso de lo realizado y feliz y, además, me llevo un montón de recuerdos. He conocido a gente estupenda, que me ha aportado mucho. La persona que soy se ha forjado en el mundo de las carreras y por eso me voy con esta sonrisa”.