Dos goles en un pispás impregnaron el campo de O Couto de un ambiente raro, confuso, irrespirable. 2-0 dominaba la UD Ourense en el mejor partido desde que allá por el primer sábado de marzo comenzó la cuesta abajo. Sin explicación, Manu Mosquera metió un punterazo a un balón al que llegó media hora después que los centrales, minuto 83, y en el 85 transformó un penalti Iago Blanco en una jugada que supuso además la expulsión de Fran Martínez.

Tiempos de confusión en el conjunto ourensano, que se despidió de la pelea ahora sí matemáticamente. En pleno debate sobre el camino que debe seguir el club, si afrontar retos mayores con otra gente al mando o continuar bajo el paraguas de lo popular, la gente se fue cabizbaja, preguntándose qué ha pasado. Antes, es verdad, despidieron entre aplausos a los futbolistas, a los que poco hay que reprochar, no han podido dar más.

Echaba el telón la temporada con el Laracha como rival, que lleva jugando muchos meses con el destino escrito en la frente. Después de un puñado de disgustos, esta vez parecía que la despedida iba a ser plácida, con un partido metido casi con calzador, una novillada, lejos de las grandes faenas que esperaban en otros campos.

Con todo, en diez minutos ya había sacado tres goles Pato Guillén. A los 17 llegó el 1-0, un robo cuando los visitantes sacaron el balón acabó con la pelota en los pies de Durán, que la dejó para que Presas empalase desde la frontal. Poco más se acercaron los ourensanos por la puerta de Alberto, si acaso un balón muy bien metido por Marquitos para Hugo que sacó un central.

Óscar Gilsanz, el entrenador del Laracha, intervino para arreglar el desaguisado. Porque su equipo jugaba bien entre líneas, pero a la hora de encarar el último pase o el remate era más inocente que el asa de un cubo. También al sacar la pelota. Como el hombre es el único que tropieza dos veces en la misma piedra, a los ocho minutos del segundo tiempo se repitió, calcada, la jugada del primer gol. De nuevo la bola en los pies de Durán, que dejó para Hugo, cuyo recorte sentó a un defensa. Marquitos culminó muy bien, 2-0.

Llegaron entonces unos buenos minutos de la UD Ourense, tranquila, confiada, con huecos grandes para hacer más goles. Confiada, quizá demasiado. Vivir para ver, un balón sin peligro acabó en la red. Muy poco después llegó un penalti. Empate, final agrio en O Couto.