"Más que nervioso, lo que realmente estoy es ansioso porque llegue la hora". Así se manifestaba ayer el lalinense Santi Castro poco antes de debutar como árbitro de la liga de División de Honor B. Castro es el primer dezano que alcanza este hito deportivo y estrenará su nueva condición esta tarde, a las 17.00 horas, impartiendo justicia en el partido que mide al Getxo con el Pasek Belenos que se juega en el campo de las coquetas instalaciones polideportivas de Fadura pertenecientes a la localidad vizcaína. Se trata de uno de los seis partidos de los que consta la primera jornada del campeonato nacional que concluye mañana con los encuentros que se celebrarán en lugares como Culleredo y Zarauz. Castro también recordaba ayer que debe de ser el "tercer o cuarto gallego, porque los anteriores eran todos de la zona de Coruña" en convertirse en árbitro federado de esta competición.

Santi Castro llega al partido de esta tarde después de haber pasado por prácticamente todos los estamentos del rugby. Jugador, entrenador, y ahora árbitro nacional, el de Lalín tiene por delante una temporada en la que tendrá que organizarse para atender a todos sus compromisos. Finalizada la jornada inaugural en la División de Honor B española, el flamante nuevo colegiado dezano tiene previsto viajar a Oviedo y Madrid para dirigir sus próximos partidos. De momento, su licencia federativa con el número 1107845 está limpia como una patena a la espera de que lleguen las estadísticas de su primera temporada en la categoría.

Figura respetada

Al ser un deporte de contacto físico permanente, las intervenciones de un árbitro de rugby están destinadas a mantener el espíritu del juego limpio que se pregona en el reglamento. De no respetarse principios tales como la conducta, el espíritu y la caballerosidad, el rugby pasaría a ser un juego arcaico similar a los que se disputaban antes, en los que la violencia causaba estragos. Por este motivo, la tarea del árbitro en este deporte es tan decisiva. Además, el tratamiento obligatorio de "señor" le confiere un aura de respeto que no se encuentra en ningún otro deporte. Por eso se le suele denominar como el jugador número 31 de una modalidad deportiva distinta a todas.