La de Ramiro Ruibal es una historia de pasión que se inició en la temporada 1983-84, cuando, con solo catorce años se puso a las órdenes de Víctor Calviño en el Club Baloncesto Lalín. En aquella época no existían categorías base por lo que aquel joven, que ya apuntaba al 1,90 metros de altura que terminó alcanzando, se convirtió en el propietario del último asiento del equipo lalinense. No le importó. Durante años estuvo a la sombra de jugadores más veteranos, aprendiendo de todo lo que lo rodeaba y asumiendo su rol dentro del equipo. 36 años después, Ramiro Ruibal se prepara para iniciar una nueva temporada. En diciembre cumplirá cincuenta y reconoce que ya no está para correr contraataques pero mantiene intacta la ilusión por saltar a la pista y seguir escribiendo páginas en la historia del baloncesto lalinense.

El Basketdeza anunció ayer la renovación de un hombre "curtido en mil batallas" y que seguirá aportando su veteranía al joven equipo con el que contarán esta temporada. Desde la dirección deportiva destacaron su poderío debajo del aro pero también su faceta de ayudante, preparando y entrenando no solo a los jugadores más jóvenes de la cantera sino también a los pívots menos veteranos. Esas no son sin embargo las únicas aportaciones al club de un hombre que ejerce como jugador, entrenador de las categorías inferiores, directivo e incluso patrocinador del Basketdeza.

Ha sido así durante muchos años. La que comienza será su temporada 33 formando parte del baloncesto dezano. Su camino comenzó en el Club Baloncesto Lalín, equipo en que pasó una década hasta su disolución. Fue un momento duro para él, en el que firmó su única temporada con otra camiseta, la del Colegio Arca de Santiago. Fue en el año 1997 cuando Ruibal y varios excompañeros decidieron volver a fundar un club de baloncesto en Lalín. Así nació el Basketdeza, una entidad que ha ido evolucionando desde aquellos inicios hasta hoy para atravesar lo que el propio pívot califica como "el mejor momento de su historia".

En los últimos años han conseguido crear una base, con tres equipos de mini y premini basket emtre ellos, pero además con una generación de juveniles a punto de aterrizar en el primer equipo que, para Ruibal, serán los encargados de jubilarlo. "Esa generación lleva seis años en el club. Será la primera vez que unos jugadores formados toda su vida en el club lleguen al equipo sénior. Su formación técnica, a nivel individual y colectiva, es mucho mejor que la que teníamos nosotros", afirma.

A la espera del desembarco de esa generación de canteranos Ruibal seguirá aportando su granito de arena sobre la pista. El año pasado se rompió el tendón de aquiles pero esta temporada "todo va bien", así que se mantiene ilusionado. "Para jugar diez minutos me veo bien, aunque los contraataques se los dejo para otros. Uno va a aprendiendo a dosificarse con los años", explica un hombre que recuerda que comparte vestuario con algunos jugadores que ni siquiera habían nacido cuando él debutó. "Intento aportar mi experiencia y colocación sobre la pista", argumenta.

A pesar de esa experiencia de décadas, Ruibal considera que en el deporte "nunca se deja de aprender", una cualidad importante que deben valorar los más jóvenes y que él intenta transmitir a los más pequeños en su labor de entrenador. Precisamente, una de las cosas que más nota con el paso del tiempo es la falta de pasión de los jóvenes. "Cuando era un chaval iba a aprender, aunque no jugase ni un minuto. Había partidos en los que el entrenador me mandaba solo hacer bloqueos, uno detrás de otro. No tocaba un balón. Me daba igual. Para mí era un orgullo estar con los mayores. Hoy a un chaval lo dejas sin jugar y protesta".

Ruibal no se marca fecha de retirada todavía pero tiene claro cuando será el momento de dejarlo. "Me retiraré cuando haya quince fichas por delante mía. Nunca le quitaré el sitio a nadie", afirmó.