El Villalonga no ha perdido el tiempo. Apenas dos días después de ver como se escapaban las escasas opciones de ascenso que tenía, la directiva ya ha anunciado el nombre del entrenador que dirigirá los designios celestes para la próxima temporada en sustitución de Julián Ferreiro. El elegido ha sido Óscar García, técnico que durante los dos últimos años ha estado entrenando a unos centenares de metros del campo de San Pedro al Sanxenxo, escuadra con la que se quedó a las puertas de la Tercera División el pasado año, objetivo que logró esta temporada en dura pugna con los celestes.

El vicepresidente de la entidad, Carlos García Padín, reconocía ayer que "nuestra apuesta ha sido por una persona que conoce la categoría y la plantilla, ya que nos gustaría contar con el grueso de la plantilla más algunos retoques que le podamos ofrecer dentro de nuestras posibilidades económicas". La elección no resultó complicada para la directiva, que dio el visto bueno al fichaje en la noche del pasado lunes, ya que son conocedores de la trayectoria de Óscar García en los últimos años y le consideran los suficientemente capacitado para conseguir el ascenso a la Tercera División, donde los celestes han militado durante dos décadas.

Para García, el Villalonga no es un desconocido, sino un equipo muy apetecible al que se midió en numerosas ocasiones como jugador y también como entrenador posteriormente. El técnico moañés afronta esta nueva etapa profesional con "una gran ilusión" y reconoce que ambas partes pronto llegaron a un acuerdo en cuanto comenzaron las reuniones ya que, además del reto de devolver al Villalonga a la Tercera División, "se trata de un histórico que quiere volver al lugar que le corresponde; es una gran responsabilidad y exigencia, pero la asumimos como un reto más". García reconoce que el objetivo de partida es pelear por los puestos de ascenso directo, "es un objetivo que va a ser difícil porque una temporada en Preferente es muy larga, pero por plantilla e historia, el Villalonga debe estar peleando por los puestos de arriba".

En los próximos días comenzará a perfilar la próxima temporada, una campaña en la que no va a haber muchos cambios de caras con respecto al curso pasado. "Mi idea es darle continuidad a la plantilla actual, que cuenta con jugadores muy importantes y cálidos para este proyecto, a los que habría que sumar cuatro o cinco fichajes que permitan moldearlo como a mi me gustaría", explica García. Para el nuevo técnico, el equipo celeste cuajó una gran temporada a las órdenes de Julián Ferreiro, aunque "no tuvieron mucha suerte con factores externos como las lesiones, pero pese a ello, lograron colocarse en la tercera posición y estuvieron muy cerca del ascenso".

Llegó hace cuatro años de la mano de sus primos, Adrián y Marcelo Gómez, para jugar con él en el Villalonga, y en el equipo celeste se quedó durante cuatro años, una etapa de su vida que el bravo jugador argentino, de 38 años de edad, no va a olvidar nunca. El pasado domingo se despidió de la afición celeste y del equipo que durante todo este tiempo ha sido su casa para regresar junto a su familia a Argentina, lugar hacia el que pone rumbo el próximo viernes.

"Me voy con la sensación de que ésta ha sido mi casa por como me han tratado tanto el club como la afición", explicaba ayer Leo mientras preparaba las maletas. Atrás deja un sinfín de recuerdos, la mayor parte buenos, aunque también hay alguno negativo. El mejor no duda en reconocer que fue "poder jugar al lado de mis primos; vine por él a Villalonga, pero el primer año se fue al Pontevedra B y no pudimos jugar juntos, fue el segundo cuando lo logramos". Han sido más las veces que se han enfrentado defendiendo uno la zamarra celeste y el otro la granate del Pontevedra creando "un poco de división en la familia para ver a que integrante se apoyaba". Lo negativo fue el descenso sufrido por el Villalonga en la campaña anterior y el no conseguir el objetivo del ascenso en esta, aunque "creo que completamos una temporada muy meritoria debido al número de lesiones que sufrimos".

Su familia, y sobre todo sus hijos, se encuentran detrás de la decisión de regresar a Argentina, donde todavía confía en seguir jugando al fútbol. "Va a ser muy complicado que un entrenador apueste por un jugador de mi edad, pero yo no pierdo la esperanza", explica. Seguidor del Boca Juniors de corazón, Leo llegó a jugar en la 1ª división del fútbol argentino en el año 2000, aunque vistiendo la camiseta de otro histórico del país sudamericano, el Racing de Avellaneda.