Historias irrepetibles

Pelé y el “Agente S”

El genial futbolista brasileño marcó en noviembre de 1969 el supuesto gol mil de su carrera al argentino Edgardo Andrada que después de dejar el fútbol se incorporaría al servicio de inteligencia de la dictadura y sería acusado de participar en el asesinato de dos militantes peronistas en Rosario

Pelé y Andrada, durante uno de los partidos en los que se enfrentaron en Brasil.

Pelé y Andrada, durante uno de los partidos en los que se enfrentaron en Brasil.

Juan Carlos Álvarez

Juan Carlos Álvarez

Que Pelé marcase el gol mil de su carrera se convirtió en un tema recurrente en Brasil a lo largo de 1969. En un tiempo donde la estadística no tenía nada que ver con lo que vemos ahora, saber con exactitud matemática el número de goles alcanzados por el genio brasileño era casi un acto de fe. Se alcanzó un consenso gracias a fuentes siempre extraoficiales y después de sumar los goles que marcó en categoría juvenil, en amistosos y en partidos de cualquier clase y condición. La cuenta hecha por los brasileños, locos por celebrar un acontecimiento semejante, nada tiene que ver con los registros de la FIFA que estiman que el genio brasileño llevaba por entonces menos de seiscientos en partidos oficiales. La cuestión es que en noviembre Pelé, según la cuenta brasileña, ya estaba por encima de los 990 goles y la prensa y los aficionados hacían cábalas sobre el partido en el que alcanzaría la cifra mágica. Todo el mundo quería ser testigo de ese gol y ningún rival tenía el mínimo interés por salir en la foto.

El 14 de noviembre de 1969 llegó la primera gran oportunidad en Salvador de Bahía. Se suponía que estaba a solo un gol de alcanzar el millar y las gradas se llenaron a reventar de un público entusiasta que incluso reprochaba a sus propios jugadores que impidiesen remates de Pelé. Querían ser testigos de ese momento histórico. En un momento del segundo tiempo, tras una gran jugada individual, parecía que iba a suceder pero su remate fue sacado bajo palos por Nildo, un joven defensa que se ganó el abucheo de sus aficionados y a quien el propio Pelé se acercó a felicitar.

Cinco días después, el 19 de noviembre, al Santos le tocaba enfrentarse en Maracaná al Vasco da Gama que en absoluto quería convertirse en la comparsa necesaria de una fiesta que no le pertenecía. Durante la víspera muchos fueron los futbolistas a quienes se le preguntó por la cuestión y todos insistieron en que Pelé tendría que esperar al menos una semana por la dichosa cifra. Que de ellos no esperase una alfombra roja. A nadie le molestaba más aquella situación que a Edgardo Andrada, el portero argentino del Vasco de Gama, un tipo que estaba en su primera temporada en el conjunto de Río de Janeiro y que no tenía el mínimo interés en quedar para siempre en la historia del ídolo brasileño.

Pelé marcó de penalti el emblemático tanto aunque Andrada estuvo cerca de pararlo

El partido estaba 1-1 en la segunda parte y ya existía cierta resignación por parte de los adeptos de Pelé hasta que a falta de poco más de diez minutos, pasadas las once de la noche, el árbitro –que había declarado en la víspera que que le encantaría ser quien diese validez al gol mil–, señaló un penalti algo discutido a favor del Santos. Pelé agarró la pelota en medio del entusiasmo general. El atacante, sin pensárselo demasiado, ajustó el lanzamiento junto al palo izquierdo del portero. Andrada intuyó la dirección del disparo y se fue con decisión hacia ese costado. Tocó la pelota, pero no con la suficiente fuerza para impedir que Pelé llegase a las 23:11 horas de la noche al famoso gol mil. Una locura se desató en Maracaná. Invadieron el campo aficionados, periodistas… a Pelé, abrazado a la pelota, lo subieron a hombros y pasearon por el terreno de juego. Dio una vuelta de honor al campo en mitad del partido mientras el árbitro y los rivales esperaban pacientemente a que alguien parase aquel jolgorio. Durante veinte minutos estuvo el juego detenido mientras el ídolo iba y venía de una esquina a otra del campo. Su cuenta de goles siguió creciendo durante cinco temporadas más en Brasil y otras tantas en el Cosmos de Nueva York. Pero aquel “gol mil” quedó en el imaginario popular para siempre. “Por primera vez en mi carrera me sentí realmente nervioso. Nunca había sentido una presión igual… estaba temblando”, explicaría Pelé a los periodistas a la conclusión del partido.

El “Gato” Andrada fue el protagonista indirecto de aquel gol legendario de Pelé. Jugó varias temporadas en Brasil y siempre le acompañó el recuerdo de haber encajado el famoso gol. En Argentina se le tenía como un clásico de Rosario Central que destacaba por encima de todo gracias a su elasticidad y su costumbre de vestirse siempre de riguroso negro en homenaje a Yashin, “la araña negra”, el mítico portero del Dinamo de Moscú y de la selección de la Unión Soviética. En el equipo de Rosario, pese a no ser un arquero especialmente alto, se había hecho un nombre e incluso en 1966 habría participado en el Mundial de Inglaterra con la selección argentina si no fuese porque unas semanas antes se fracturó un dedo y tuvo que renunciar a uno de los grandes sueños de su vida. En Brasil, una vez cerrada su etapa en Argentina, disfrutó de un tiempo agradable y después de quitarse el mal sabor de boca por haber recibido el gol mil de Pelé en Maracaná consiguió los dos únicos títulos de su carrera con el Vasco da Gama (el Carioca de 1970 y el Campeonato Brasileño de 1974) durante los seis años que defendió su portería.

Pelé y Andrada, durante uno de los partidos en los que se enfrentaron en Brasil.

Pelé y Andrada, durante uno de los partidos en los que se enfrentaron en Brasil. / FDV

Tras cerrar su carrera deportiva a comienzos de los ochenta en Colón de Santa Fe Edgardo Andrada no tuvo problemas para encontrar trabajo en las categorías inferiores del equipo de su vida, que siempre sería Rosario Central. Pero lo que casi nadie conocía era que aquel no fue su único trabajo en ese tiempo. Coincidiendo con su salida del fútbol entró a formar pare del Destacamento de Inteligencia 121 del ejército en Rosario. Según aparecería en la documentación encontrada años después se explicaba las razones de su reclutamiento porque “su figura como exportero de Rosario Central concita adhesiones y genera confianza especialmente en los barrios de trabajadores, lo que facilita su penetración al objetivo marcado. Si bien su edad supera el límite establecido, su potencialidad de penetración y capacidades personales, hacen sumamente beneficiosa su integración en esta unidad, viéndose justificada la proposición de su nombramiento”. A partir de ese momento pasó a ser el “Agente S”. Este trabajo de Andrada no trascendió como era lógico. Lo mantuvo prácticamente en secreto y durante décadas nada se supo. Pero todo cambió para él en 2008 cuando fue señalado por Eduardo Costanzo, otro antiguo agente de Inteligencia, que estaba acusado de crímenes de lesa humanidad. Costanzo aseguró que Andrada formaba parte de la “patota” (la pandilla) de Agustín Feced, un temible jefe policial de la dictadura argentina, y de haber participado del secuestro y asesinato de los militantes peronistas Osvaldo Cambiaso y Eduardo Pereyra Rossi en Rosario en mayo de 1983, en los últimos momentos del régimen.

Andrada siempre negó aquella acusación. Admitió su pertenencia al Destacamento de Inteligencia como agente civil, pero nunca haber integrado el equipo de represión ilegal. Negó conocer a la mayoría de acusados y públicamente nunca dijo nada. Alguna vez un periodista le sorprendía con una pregunta que él siempre zanjaba con pocas palabras. De todos modos, la acusación provocó que acabasen sus días en Rosario Central porque el club recibió importantes presiones de grupos en defensa de los derechos humanos que reclamaban su salida. Con el proceso abierto y un fuerte ruido de fondo en torno a su figura, el club de su vida tomó la decisión de apartarlo mientras no se aclarase su situación. Sin embargo Andrada nunca llegó a sentarse en el banquillo de los acusados. El juez federal de San Nicolás, Carlos Villafuerte, entendió que no había suficientes pruebas contra él y le liberó de los cargos en 2016 pese a que el fiscal Murray siempre insistió en las evidencias que según él colocaban a Andrada en el grupo de veinte personas que se llevaron a los dos asesinados de un bar de Rosario en 1983. Tras verse libre de todos los cargos el exportero se encerró en su casa y apenas se le vio. Después de responder ante el juez jamás volvió a hablar de su papel como el “Agente S”. Tres años después de ser exonerado, a los ochenta años de edad, falleció en Rosario.

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