El pasado lunes día 5 de septiembre se cumplieron 50 años del atentado y masacre en los Juegos Olímpicos de Múnich 1972. Un día de terror y llanto. Una sangrienta acción que tiñó de rojo el oasis de paz que significaba la bandera olímpica y su reunión más fabulosa y colosal de la juventud mundial.

En la madrugada de aquel triste martes, día 5 de septiembre de 1972, el inconmensurable escaparate publicitario que significaban los Juegos Olímpicos, se estaban desarrollando en la ciudad alemana de Múnich, con 5.000 periodistas y fotógrafos y el mundo entero pendiente de ellos y de la televisión en directo, iba a ser aprovechado por los palestinos en su guerra eterna contra los judíos.  

La bandera olímpica, en el estado de Múnich.

La bandera olímpica, en el estado de Múnich. FdV

Con las luces del alba de aquel día martes 5 de septiembre, se inició una tragedia que duró hasta la medianoche, con un infausto balance de 18 muertos, 11 de ellos del equipo olímpico israelí. 

 A las cuatro de la madrugada el personal de limpieza observó como varias personas con chándal, saltaban la valla de la Villa Olímpica. Obviamente pensaron que serían atletas que venían de pasarse una noche de juerga. Cuando en realidad eran ocho miembros de un comando palestino de la organización “Septiembre Negro” que tomaban por asalto el bloque 31 de la Connolly Strasse, bloque en el que se alojaba el equipo olímpico de Israel. Los dos primeros atletas que fueron despertados intentaron oponer resistencia y fueron acribillados a tiros en el mismo dormitorio. 

Siguiendo por las habitaciones, los comandos árabes fueron cazando como rehenes a otros nueve atletas israelitas. Aquello, aunque parecía irreal en los primeros instantes, era rotundamente cierto y la sangre corría por los pasillos de los Juegos Olímpicos. Pronto apareció la policía alemana advertida por los avisos y los sonidos de los disparos. Enseguida los helicópteros de la policía sobrevolaban la villa y las tanquetas hacían su presencia en ella.  

El comando se hizo fuerte y tras los dos primeros asesinatos y con nueve rehenes demostró que no iban de broma ni de farol. Cuando llegaron los parlamentarios de la policía, los palestinos les plantearon sus condiciones: la vida de sus nueve prisioneros, a cambio de la libertad de 200 presos palestinos que estaban en las cárceles de Israel

Las negociaciones se llegaron a hacer al más alto nivel, directamente con el Gobierno de la República Federal Alemana y de Israel. La respuesta del gobierno israelí fue rotunda, no aceptaban el chantaje. Ante la magnitud y atrocidad de aquel salvaje acto y derramamiento de sangre, el atentado pronto tiene repercusión mundial y mientras tanto, la actividad olímpica se interrumpe.

Juegos de Múnich.

Juegos de Múnich. FdV

A partir de ahí la angustia y el tiempo anonadaron a todos, policía, organización de los JJ.OO, Comité Olímpico Internacional, atletas, políticos etc. El mundo entero estaba pendiente de las noticias del desarrollo de los acontecimientos en los que estaba en juego la vida de los nueve rehenes, atletas israelitas, y el miedo de que se pudiera producir más derramamiento de sangre. Fueron horas de tremenda ansiedad y congoja en todo el mundo, pendientes de las negociaciones. 

Tras unas propuestas y otras, no se llegaba a ningún acuerdo. La policía alemana llegó a preparar una operación policíaca, que luego se demostró que era una burda maniobra. Quisieron tender una trampa a los terroristas y acabó en un baño de sangre. Al final y entre la confusión general se llegó a un pacto, con el que la policía alemana pretendía tender una trampa a los terroristas.  

A las diez de la noche, y después de 17 horas de miedo e incertidumbre, se acordó embarcar y transportar a rehenes y palestinos a una capital árabe. A esa hora salieron los palestinos y rehenes en tres helicópteros desde la plaza de la Villa. Desde allí volarían a un próximo aeropuerto militar alemán, donde les esperaba un avión que les llevaría a Egipto, Libia o Túnez. Los pilotos de los helicópteros iban permanentemente encañonados por los terroristas. Como una verdadera película de Hollywood. No podía ser realidad lo que estaba sucediendo, pensaba la gente. 

Cuando llegaron los helicópteros al aeropuerto, las pistas estaban a oscuras. Allí estaban escondidos los policías alemanes con sus mejores tiradores de élite, rodeando la pista. En cuanto bajaron los palestinos de los helicópteros, súbitamente se iluminaron las pistas con focos y bengalas y la policía empezó a disparar sobre los terroristas. Estos reaccionaron de inmediato, repeliendo los disparos y metieron de nuevo en un helicóptero a los nueve rehenes. Acto seguido con una granada de mano los terroristas volaron el helicóptero y todo lo que había dentro. 

Fue una matanza que duró 8 minutos. Murieron 9 deportistas, 5 guerrilleros palestinos, el piloto del helicóptero y un policía alemán.  

Murieron 9 deportistas, 5 guerrilleros palestinos, el piloto del helicóptero y un policía alemán

Después de aquella atrocidad sangrienta cometida en el aeropuerto de Múnich, que un periodista calificó de “una feria en un cementerio”, la prensa nacional e internacional criticó severamente a la policía alemana, cuya torpe acción terminó con una matanza. 

La tragedia estremeció al mundo. Los Juegos Olímpicos fueron teñidos de sangre, mancillados y profanados. Ya no constituían el oasis de paz, en un mundo revuelto. Tres terroristas fueron detenidos, pero el horror de la tragedia fue tema durante muchos años después. 

Al día siguiente hubo reunión del C.O.I. y organizadores de los Juegos, para determinar si se suspendían o se cancelaban definitivamente. Hubo muy serias diatribas, pero la decisión final fue continuar los Juegos. Porque de esta forma se daba una lección de que nunca, nadie podría romper la unidad de paz, amistad y solidaridad como filosofía de los Juegos Olímpicos. La decisión tuvo tirios y troyanos. Pero se decidió continuar. 

Una placa recuerda a los fallecidos en el atentado. FdV

Al día siguiente se organizó un gran acto ecuménico en el estadio Olímpico de Munich, al que asistieron todos los atletas participantes con las 121 banderas de los países presentes a media asta, presididas por la bandera Olímpica, símbolo de paz, también a media asta. 

La ceremonia fue de impresionante emoción reflejada por el dolor de todos e incluso tres invitados muy especiales: Jesse Owens, héroe de los Juegos de Berlin 1936; el japonés Son Kitei, ganador de la Maraton en los mismos Juegos berlineses y el velocista alemán Manfred Germar cuya conmoción y llanto, se vio expresada en sus rostros durante la ceremonia del funeral celebrado en el Estadio Olímpico.