Annemike van Vleuten lo es todo en el ciclismo profesional femenino. Es de aquellos deportistas que donde pone el ojo pone la bala y no hay en la actualidad, sobre todo cuando llega la montaña, ninguna corredora que le haga sombra. Mirando hacia atrás y al pasado solo se recuerda, entre muy pocas, a Joanne Somarriba con esa fuerza en las cumbres que ahora tiene la ciclista neerlandesa, la que ayer obsequió al Movistar, su equipo, con la victoria en el renacido, mediático y seguido Tour Femmes, un altavoz inmenso para el deporte femenino.

Da igual que tenga problemas en su bici, que deba cambiar varias veces de montura por avería, que cada vez se tuviera que dar un calentón para enlazar con el pelotón, porque cuando la carretera se puso en modo ascenso, ya en la Superplanche des Belles Filles, Van Vleuten colocó el Tour patas arribas para marcharse en solitario hacia la fama, la gloria, la segunda victoria y cerrar la prueba con un triunfo en la última etapa, después de haber destrozado la carrera el día anterior en los Vosgos, la cordillera que ha definido la general.

El Movistar sacó pecho cuando en el año 2000 anunció la incorporación a sus filas de la mejor ciclista del mundo, la que, sin poder salvar la decepción esta temporada del conjunto masculino, ha colocado a la marca telefónica española en el panorama del concierto ciclista internacional.

Van Vleuten, camino de los 40 años y de un 2023 para despedirse, siempre en el Movistar, que le paga sueldo de estrella masculina, lo ha ganado todo y si no tiene todavía mejor palmarés, sobre todo en los Juegos, es por un accidente y por un despiste increíble en Tokio cuando creía que ya habían cazado a la escapada.