El mar las ha unido y el mar las separará. La viguesa Stella Enríquez y la ourensana María Núñez han competido como pareja en la clase 420 durante tres años. Una colección de títulos y medallas premia su asociación. Ese productivo ciclo concluirá en breve. La edad las emplaza al salto a categorías olímpicas. Pesos y tallas desaconsejan la continuidad del equipo. Permanecerán la amistad y los recuerdos, además del palmarés. A su relato le resta el epílogo. Una lesión impide a Núñez competir en el Europeo, que comienza mañana en Vilamoura. Enríquez acudirá con otra pareja. Si Núñez se recupera conforme a lo previsto, volverán a reunirse en el Mundial, que se disputa en Hungría del 5 al 13 de agosto. Será su último baile común sobre las olas. Un último verano.

Stella Enríquez (i.) y María Núñez, con el presidente de la Federación Andaluza.

La cantera del Real Club Náutico de Vigo jamás cesa. Las generaciones de regatistas se suceden y contagian, retroalimentándose. Sucede con Stella Maris, predestinada desde su bautizo, y María. Los hermanos de Stella abrieron el camino. Ella pronto exigió a sus padres que la embarcasen; con apenas 4 o 5 años. Esperaron a los 6. El hermano de María se había iniciado en la escuela de verano de San Vicente do Mar. Buscó un muelle invernal y se decantó por Vigo. “Él iba todos los fines de semana. Yo no tenía cosas que hacer. Me aburría. Decidí probar y me encantó”, describe María. Los hermanos de ambas constituyeron tripulación. Los padres de las familias se amigaron. La concordia propia resultó natural. “Nos llevábamos muy bien. Decidimos empezar juntas”. A sus hermanos les heredaron el barco. Comenzaron a competir juntas hace tres años.

“María es la mejor persona que me habría podido tocar para hacer equipo. Nos compenetramos muy bien, no solo en las maniobras, sino por nuestra personalidad y forma de pensar”, argumenta Stella. “Nos tranquilizamos entre nosotras”. María concuerda: “Somos una tripulación muy fuerte. Nuestras personalidades se complementan. Nos ayudamos a solucionar los problemas de cada una”.

Catalogadas como deportistas de alto rendimiento, se adiestran en el Centro Galego de Vela, en Vilagarcía. Hugo Fernández y Pablo García las entrenan desde hace un año. Hugo las conoció aún en el Náutico, de infantiles en optimist. Refrenda lo evidente de su química: “Stella es completa, con buen nivel táctico. Es más activa y nerviosa. María es la otra cara de la moneda, más tranquila. Le ayuda a tomar decisiones. Uno de sus puntos fuertes es la comunicación entre ellas. Es un valor fundamental en este deporte a la hora de manejar buena información. De ahí que siempre les haya ido bastante bien y que hayan obtenido buenos resultados”.

Las victorias se han acelerado en los últimos meses: Christmas Race, Trofeo Ría de Vigo, Campeonato de Galicia... Alguna decepción ha trufado inevitablemente su andura. “A la Copa de España, en Mallorca en Semana Santa, fuimos con bastantes expectativas y nos salió mal”, acepta Stella. “No tuvimos mucha suerte”.

Tampoco conquistaron el Campeonato de España absoluto, disputado en Cádiz del 28 de junio al 3 de julio. Pero su medalla de plata adquiere un valor extraordinario en su contexto. María había sufrido un esguince del ligamento lateral interno de grado 2 en un entrenamiento previo. Acudió con la rodilla muy inflamada. “Contando con eso, lo hicimos bastante bien. Nos ayudó no tener tanta presión. Nos preparamos lo mejor que pudimos.”, valora Stella. María acota: “Intentamos que mi lesión se notase lo menos posible. Fue muy buen resultado”. Hugo Fernández admite: “No era el objetivo principal ni lo habíamos previsto, pero salió”.

La articulación de María demanda reposo. Así lo han diagnosticado los médicos. Stella participará sin ella en el Europeo: “Para el Mundial esperamos que María ya esté recuperada”. Y María, aunque convaleciente, se ilusiona con la cita magiar: “Iremos a dar todo lo que podamos cada día, sin agobiarnos”. Hugo Fernández recuerda: “El año pasado quedaron en la 14ª posición femenina. Lo pueden mejorar. Su nivel es ahora superior”. Stella promete: “Iremos a tope”.

Saben que será su participar despedida. “Es imposible que María y yo sigamos juntas. No damos alturas ni peso para cambiarnos a un barco olímpico”, se resigna Stella. “Es muy complicado anticipar nada en la vela. Necesitas suerte, buscar otra pareja y el dinero influye. Pero me encantaría competir a nivel profesional. Sería mi sueño”. María concluye: “No sé qué haremos cada una. Pero siempre seguiremos navegando”.