Hace mucho tiempo, Claudio Chiappucci se acostó con el jersey amarillo. Corría el año 1990 y El Diablo subsistía en los puestos de honor del Tour gracias a una fuga camino de Futuroscope. Lo dejaron escapar, como sucedió el martes pasado con Juanpe López (Lebrija, 31 de julio de 1997) en la ruta del Giro hacia el Etna. Juanpe no durmió vestido de rosa en Sicilia. Chiappucci, tras lograr el jersey amarillo en la cima de Villard de Lans, se lo puso como pijama y a punto estuvo de ganar aquella ronda francesa, la última de las tres que consiguió Lemond y antes de que el lombardo se convirtiera en uno de los mejores adversarios que siempre tuvo Induráin.

Los 12 segundos que el domingo consiguió Juanpe de renta para mantenerse al frente del Giro suponen algo más que respirar cinco veces sentado y sin hacer esfuerzo. Son la constancia, la creencia del sí se puede, la moral en las piernas y el hecho de que si le van bien las cosas podría mantenerse hasta el domingo como líder de la carrera, en una segunda semana que increíblemente no es muy exigente.

En el ciclismo así se forjan las figuras. Porque a partir de ahora Juanpe tendrá a su servicio al Trek, uno de los equipos más potentes del Giro y que ya no tiene otra cosa que hacer, con su líder Giulio Ciccone perdido en la general, y quien ya ha prometido fidelidad hacia su compañero sevillano.

Aventurar que Juanpe puede ganar el Giro supone un riesgo infinito. Pero ha dejado el anonimato para ser otra perla a cuidar entre las jóvenes figuras españolas. Es la constancia de un corredor forjado a sí mismo, que no superó una prueba en la escuela de Alberto Contador, para volver a presentarse más tarde hasta aprobar el examen. “Era gordito y bajito pero cuando se subió a la bicicleta de carretera iba encantado. Salió con mi grupo y en una cuesta nos dejó y vi que mi hijo tenía algo especial”, recordó en la SER el padre, cicloturista de devoción y miembro del Club Ciclista Lebrija, la localidad sevillana que ha adornado de rosa fachadas y fuentes en honor al que ya se ha convertido en el vecino más famoso de la población.

Es el mismo chico que trabajaba de peón albañil y repartía pizzas mientras iba al instituto y mucho antes de tomarse en serio el oficio de ciclista porque Juanpe, antes que corredor, soñaba en destacar como portero para ganarse la confianza de algún ojeador que le recomendase para el Betis de su corazón. Peñas béticas, el mismo club sevillano y, por supuesto, Joaquín ya lo han felicitado por pasear el nombre de la entidad por los territorios del Giro.