El rugby es un código que se descifra. Ese amasijo aparente de colosos se compone en realidad de una coreografía de reglas precisas, en la que todos encuentran acomodo. Cada cuerpo y cada talento desempeñan su función en el viejo mandamiento: “Cada uno, su trabajo; solo su trabajo pero todo su trabajo”. El equipo sub 16 del Vigo, aunque tierno, ya trasciende la simple suma de sus piezas. “Son un grupazo”, define su entrenador, Santi Lemos. Nada importa el tamaño. Tampoco el género. La calidad individual y colectiva les ha permitido dominar con mano de hierro la Liga Gallega. En la final, siete de los veintiún jugadores que doblegaron al Pontevedra (24-5) eran chicas, cuatro de ellas titulares, por solo dos suplentes en las filas encarnadas. El XV del Olivo despliega sus raíces.

Los jugadores de Vigo y Pontevedra posan juntos. // Fernando Ganzarain

La conclusión se ajustó al desarrollo de la liga. En la primera fase, contra Pontevedra, CRAT, Muralla, Ferrol, Os Ingleses y Campus Ourense, seis victorias en otros tantos partidos, con 218 puntos a favor y 22 en contra. En la segunda, contra Pontevedra, CRAT y Muralla, otro pleno de seis victorias, con 222 puntos a favor y 15 en contra.

Ni siquiera importó que tres de los delanteros titulares, Yeray, Martín y Breixo, se perdiesen el último partido por lesión. “Ha sido una temporada decepcionante en el sentido de que tampoco tuvimos rivales”, evalúa Santi Lemos. “Los chavales están un punto por encima de todos los equipos gallegos. Se entrenaban solos”, añade, restándose importancia.

La clave está en la labranza pausada y persistente. Nico, Xoán, Pablo y Mauro se iniciaron en el rugby a los 4 años. Breixo, Mario, Kofi, Miki, Gabriel o Marco se les han ido sumando en el recorrido. “Vienen de muy abajo. Los sub 16 que son de segundo año están jugando con los sub 18 y no se nota la diferencia. Son unas máquinas todos”. Y tampoco los recién llegados desentonan: “Hasta tuve suerte porque la gente que empezó a principio de temporada se enganchó. Los ves con unas condiciones y un futuro espectaculares. Ha cuadrado una generación muy buena”.

El capitán del Vigo, con el trofeo de campeón. Fernando Ganzarain

En As Lagoas y la ETEA germina aquello que en el Vigo tanto han anhelado: chicos que han crecido con el oval como extensión natural de sus manos. “Desde hace años en el club se ordenó la cantera. Hay una estructura muy buena. Estamos recogiendo los frutos”, se ufana Lemos. “Lo de mi equipo no es cosa de hoy. Es un trabajo de todos los entrenadores que se viene haciendo desde hace mucho tiempo”. Lemos pertenece, en cambio, a la época en que al rugby, deporte entonces de evangelización en tierra pagana, se llegaba tarde, en la adolescencia e incluso juventud. “Empecé a jugar en segundo año de sub 18, cuando tenía 17. Mis jugadores tienen cosas que envidio. Poseen habilidades que a mí me costó adquirir hasta los 23 o 24”.

Este proceso de crecimiento incluye a las chicas. El rugby contempla categorías mixtas hasta sub 18. Las mujeres pueden participar en la categoría inmediamente inferior a su edad si lo desean. Se remedia la posible escasez de fichas y se promueve la inclusividad. Pero en rendimiento se sostiene igualmente la convivencia. Claudia, capitana en la pasada temporada y ahora sub 18, se ofreció a actuar en la final. Fue titular como Giovanna, Lucía y Ana. Desde el banquillo salieron después Olalla, Anna y Adriana –todos los convocados jugaron–.

Chapoteo de celebración. Fernando Ganzarain

Siete es un número inusualmente alto, con todo. “Nunca sueles ver más de tres chicas”, calcula Lemos de los rivales. De las suyas indica: “Son unas máquinas también”. No solo en técnica o comprensión del juego. Lucía, por ejemplo, “probablemente sea la que más placajes ha hecho esta temporada”.

En rugby, como en muchos deportes, existe una elevada tasa de abandono al llegar a edad universitaria. “Depende de dónde se vayan a estudiar y lo que hagan con su vida”, reflexiona Lemos. Al Vigo le afecta especialmente en el equipo sénior femenino, que ha sufrido problemas para completar su plantilla. Lemos espera que esta generación también rompa ese techo de cristal: “Son todas muy amigas. Ojalá hicieran grupo y pudieran llegar juntas. Molaría mucho”.