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Noche de terror en el Mar Céltico

Una inesperada tormenta que los metereólogos no acertaron a pronosticar sorprendió a los más de trescientos barcos que participaban en la Fastnet Race de 1979 y provocó la mayor tragedia registrada en una regata de vela

Un helicóptero de la Royal Navy acude al rescate de un velero

Fundada en 1925, la Fastnet Race consiste en un recorrido de 608 millas náuticas en las que los participantes salen desde la Isla de Cowes, en Inglaterra, y navegan hasta Fastnet Rock (la enorme roca sobre la que emerge un emblemático faro y que constituye el punto más al suroeste de Irlanda) para regresar a Plymouth a través de las Islas Sorlingas.

Fallecieron quince regatistas y seis personas que seguían la prueba

Desde su nacimiento y hasta el año 1979 la regata, que se disputa cada dos años y que solo faltó a su cita durante las tres ediciones que debían disputarse durante Segunda Guerra Mundial, solo había tenido que lamentar la muerte de uno de sus participantes. Agosto suele ser amable con los participantes. Buenas condiciones de viento y mar, temperatura suave…lo ideal para que los aficionados a la vela disfruten de unas agradables jornadas.

Recorrido de la regata

En 1979 la situación parecía muy similar. El pronóstico los días anteriores era excelente y los partes hablaban de buenas condiciones para navegar, especialmente en el comienzo de la competición, y que solo el lunes, cuando buena parte de la flota estuviese dando la vuelta en “The Rock”, podrían encontrarse con un poco más de mar. La BBC emitía un parte cada seis horas y el sábado 11 de agosto, una hora antes de que se diese la salida, comunicó a los participantes que cerca de Irlanda el viento sería de fuerza ocho con olas de unos cuatro metros. Nada inquietante si no fuera porque los meteorólogos se equivocaron por completo en sus predicciones. A dos mil kilómetros, en pleno Océano Atlántico, se estaba formando una terrible tormenta que de forma inesperada iba a dirigirse hacia la costa del sur de Irlanda con una violencia inusual para esa época del año.

Fastnet Rock, el faro que los participantes deben rodear antes de volver a Inglaterra

Como era costumbre, la salida en la Isla de Cowes fue una fiesta. 303 barcos, con unos 2.700 tripulantes a bordo, tomaron rumbo hacia el oeste en una tarde luminosa. Como solía suceder los contrastes entre participantes eran evidentes. Desde la clase I con barcos profesionales con gente curtida en regatas como la Vuelta al Mundo, a las pequeñas embarcaciones, casi de recreo, que se tomaban la prueba como una fiesta, una buena ocasión para reunirse con amigos y familia y disfrutar de unos días de navegación por el Mar Céltico.

Uno de los participantes pelea contra el oleaje

El lunes el grueso de los competidores dejó atrás la costa de Cornualles que les había acompañado durante horas y se despidieron de Inglaterra. Superaron pequeños bancos de niebla y se adentraron en el océano en busca de Fastnet Rock, en ese tramo de la regata en el que desaparece la protección de la costa y cualquier complicación adquiere otra trascendencia. Pero el mar seguía en calma. Sin embargo, esa tarde el parte de la BBC ya pronosticaba que seguramente los vientos iban a subir de fuerza y las olas que se encontraría la flota serían algo más altas.

El error en la predicción resultó gigantesco. Las condiciones meteorológicas sufrieron varios cambios, todos concentrados en unas pocas horas: primero la niebla, luego la calma y la puesta de sol ardiente, finalmente el giro y el reforzamiento del viento. Una imagen que, según la experiencia, debería haber alertado a los meteorólogos de la BBC.

Los documentos que tenían en su poder contenían todos los elementos necesarios para considerar probable un dramático deterioro del tiempo.

La perturbación que venía del oeste era de poca entidad, pero tenía grandes posibilidades de chocar con otra depresión, más lenta y profunda, que estaba estacionada más al norte. Desafortunadamente, eso fue exactamente lo que sucedió. Cuando los dos remolinos se fusionaron la presión cayó de golpe y eso generó una formidable tempestad. Cuando los meteorólogos ingleses lo vieron, ya era demasiado tarde. El último boletín emitido por la BBC, esta vez corregido y lleno de aprensión, llegó a los patrones cuando sus barcos ya estaban a merced de los elementos. Fue la noche más aterradora de las regatas de vela.

Uno de los veleros a punto de sucumbir a las olas

Navegar en 1979 era un mundo completamente diferente al que conocemos ahora mismo. En la actualidad se conoce en tiempo real el punto exacto de cada uno de los participantes y el papel del navegante tiene un componente más táctico y estratégico. Entonces muchas de las ayudas estaban prohibidas o eran demasiado caras para que accediese a ellas cualquier embarcación. Los navegantes trabajaban con un sextante, la brújula y, sobre todo, la experiencia que da el mar. En la Fastnet de aquel año había barcos que ni tan siquiera llevaban radio.

Tras una tarde peleando con una encalmada que hizo honor al dicho, la flota se vio durante la noche peleando contra olas monstruosas de más de doce metros que parecían querer tragarse los barcos y jugueteaban con ellos. El cielo se llenó de bengalas y se multiplicaron las angustiosas llamadas de auxilio. Las autoridades inglesas comenzaron a poner en marcha el operativo de rescate, pero estaba claro que las primeras horas, las peores y más oscuras, deberían solventarlas los regatistas en soledad. Y muchos de ellos no tenían la experiencia ni los medios para afrontar algo así. “No hay nada que podamos hacer por usted en este momento…¡Buena suerte!” Fue la respuesta que David Sheahan, uno de los patrones y que sí contaba con experiencia, recibió a su llamada de socorro. Refleja la dura realidad a la que se enfrentaban en esos momentos.

Los veleros, luchando contra las inclemencias meteorológicas

Los veleros, luchando contra las inclemencias meteorológicas

Durante esa noche se puso en marcha el operativo de rescate más amplio que se ha vivido en el Reino Unido en tiempos de paz. Más de cuatro mil hombres trabajaron para rescatar a los tripulantes. Buques de guerra de cuatro países (Inglaterra, Irlanda, Francia y Holanda), aviones, helicópteros, remolcadores, arrastreros, mercantes, petroleros…se unieron en la operación. Se movilizó a cualquiera que en unas pocas horas pudiese acercarse al sur de Irlanda. La superficie que se cubrió era de 20.000 millas cuadradas y a muchos de los barcos solo se les podría localizar de manera visual. Un trabajo terrible que duró todo el martes 14 de agosto y buena parte del miércoles.

Un helicoptero de royal navy acude al rescate de un velero

El recuento de aquella jornada resulta aterrador. Murieron veintiuna personas (quince regatistas y otras seis personas que seguían la prueba en otras dos embarcaciones). De los fallecidos en competición seis de ellos fueron arrastrados por el mar al romperse sus líneas de vida y otros nueve fallecieron en el agua o en las balsas salvavidas víctimas de la hipotermia. Una de las peores decisiones que tomaron algunos de los regatistas en esos instantes dramáticos fue abandonar el barco por el miedo a su hundimiento. Pasado el temporal muchos de esos veleros fueron recuperados flotando a la deriva lo que demostró que abandonarlos no fue la mejor de las opciones.

Uno de los barcos abandonados durante la regata

Los equipos de rescate recuperaron del mar a 136 náufragos, la mayoría de ellos por medio de los helicópteros de la Royal Navy aunque muchos barcos protagonizaron actuaciones heroicas y no dejaron de rastrear el mar hasta convencerse de que ya no quedaba nadie en el agua. Pero también vivieron momentos dramáticos como el “Nanna”, un mercante que encontró a cinco regatistas en una balsa y solo pudo rescatar a dos de ellos porque tres no tuvieron fuerzas para sujetarse a la escala que le ofrecieron y acabaron engullidos por el mar ante la mirada de quienes trataban de rescatarles.

Solo 85 de los 303 barcos que salieron de Cowes llegaron a Plymouth, casi ninguno de las tres clases más pequeñas. La mayoría de los participantes evidentemente no completó la regata aunque solamente cinco de los veleros se quedaron para siempre en el fondo del mar. El resto siguieron en pie, fueron remolcados o recuperados los días siguientes. Para la historia queda que el “Tenacius” que patroneaba el magnate americano Ted Turner se adjudicó la victoria más triste de la historia de la vela. En Plymouth no había banda de música ni ramos de flores esperando, solo la angustia de quienes esperaban noticias de su gente.

Lógicamente se abrió una investigación y la primera fase de sus conclusiones recuerda que “el mar demostró que puede ser un enemigo mortal y que quienes se hacen a la mar por placer deben hacerlo con pleno conocimiento de que pueden encontrarse con peligros del más alto nivel”. Una sentencia que nunca deja de tener sentido.

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