Ha soltado amarras en dirección al horizonte, pero esta vez sin retorno. Fernando Massó Bolívar ha fallecido a los 89 años. Las banderas de la Federación Gallega de Vela en Bouzas ondean a media asta. Será enterrado hoy en el cementerio municipal de Bueu y se le dedicará una misa en la iglesia viguesa de los Santos Apóstoles. Miembro de la saga empresarial que protagonizó los siglos XIX y XX en las rías, Massó se entrega a las edades como regatista. Conquistó dos títulos de España en snipe y numerosos trofeos en otras modalidades. Su rivalidad con Cholo Armada se ha escrito ya como leyenda en el Real Club Náutico. “Un investigador y un caballero de la mar”, lo compendia su coetáneo Benigno Cuevas. “Navegar con él era un lujo”, asegura Juan M. Pazó, que se cuenta entre sus muchos tripulantes.

Massó comparte letras y alma con mar. La dinastía originaria de Blanes se instaló en Bueu en 1816 y desde allí extendió sus tentáculos: salazones, conservas, balleneros... Varias generaciones más tarde, los hermanos Gaspar y José María se casarían con las hermanas Bolívar, Amalia y María. Del primer enlace nació Fernando, además de Enrique; del segundo, entre otros, Tomás y Jaime, que coincidirían con su primo Fernando en la pasión competitiva; ya no solo embarcarse en busca de riquezas y capturas, sino por el placer y la velocidad.

A los Massó Bolívar les enseñó a navegar Benigno Cuevas. Su hijo, del mismo nombre, lo recuerda bien. José María Massó, tío de Fernando, “disputaba con el doctor Ruiz por quién había poseído el primer snipe de España”. Ese barco, cuya memoria se reivindica y ha reverdecido con la reciente celebración del Europeo Sur, había arraigado en Vigo con fuerza. Los astilleros Lagos fabricaban los mejores. “La familia Massó llevó la clase snipe de su mano”. Fernando debutó como proel de Jaime. Cuando este se marchó a cumplir el servicio militar a África, tomó el timón, incorporando a Tomás.

El pequeño Benigno andaba siempre enredando entre los primos Massó. “Me consideraba casi de su familia”, aclara. Disputó su primera regata oficial en 1958 precisamente a las órdenes de Fernando. Lo trató durante tantas décadas que nadie le discute la autoridad cuando afirma: “Como regatista ha sido de los mejores de España de todos los tiempos. Era un patrón muy completo, siempre líder y entre los favoritos en crucero, flying dutchman... Sus barcos eran famosos. Era muy constante y tenaz. Y de los que menos inconvenientes ponía y menos roces tuvo con sus rivales”.

Fernando Massó sobresalió igualmente por su afán ilustrado y científico. “Era un investigador. Buscaba permanentemente mejorar los barcos”, explica Cuevas. “En Vigo siempre se hacían dos regatas en sábado y una en domingo. Mi padre y Fernando discutían cada lunes sobre lo que había sucedido. Estar allí era como asistir a la universidad de la vela”.

Juan M. Pazó puede atestiguar que ese hambre de conocimiento jamás se mitigó en Fernando Massó. “Me lo encontré hace cuatro o cinco años, en una regata veraniega en A Pobra. Le habían hablado de una botavara moderna y se molestó en viajar a verla. Estaba al día y disfrutaba”.

Pazó pertenece a otra camada. Conoció a Massó cuando este ya había edificado su fama sobre el Campeonato de España de snipe de 1952 (como tripulante de Jaime) y el de 1964 (como patrón, junto a Tomás). En 1973 había ganado la Copa del Príncipe de Asturias. Pazó, entre finales de los setenta y comienzos de los ochenta, se convirtió en uno de sus aprendices. “Por su barco ha pasado muchísima gente. Yo era un chavalillo recién salido del optimist. Navegábamos pocos y tenías abierto cualquier barco. Yo pertenecía al Liceo. Llegué a Fernando, que siempre estaba atento a nuevos tripulantes, gracias a nuestro monitor, José Cigarrán”.

–¿Cuánto pesas? –le preguntó.

–50 kilos –exageró Pazó, que apenas superaba los 40.

“Quería ir con él a toda costa. Luego, haciendo banda, me cansaba e intentaba incorporarme”, relata Pazó.

–¿Seguro que pesas 50? –insistía Massó, perfectamente consciente de la mentira.

“Era una maravilla, una escuela continua”, asegura sobre su relación. “Aprendías todos los días algo junto a él: su visión de las regatas, su naturalidad, a comportarte... Viajábamos en su coche por toda España. Aunque era un Massó, no tenía los recursos de Cholo Armada. Recuerdo ir en un Simca 1.200 sin remolque, con el snipe encima del coche, amarrado a una baca. Él se adaptaba a todo. Una vez necesitamos un catavientos, cogió un jersey de lana y lo deshizo. No era nada estirado pese a provenir de una familia importante, sino muy asequible”.

Fernando Massó, con un joven Francisco Cristos.

Francisco Cristos fue otro joven alumno de Massó, al que ayudó en las temporadas de 1975 y 1976: “Era un honor que te eligiese para navegar con él. Eso suponía una convivencia grande. Las carreteras eran las que eran. Fernando poseía una enorme personalidad e inteligencia”.

Juntos fueron subcampeones nacionales en 1975, en Santiago de la Ribera. Los superó Félix Gancedo, casi imbatible con sus 13 títulos entre 1969 y 1983 (15 en total). Gancedo inició su reinado nacional en el snipe justo después de que Cholo Armada hubiese logrado su tercer título. Armada y Massó: un duelo fratricida eterno para el Náutico. “La gente navegaba muy bien. Había una flota magnífica en Vigo, con una actividad extraordinaria. Aquella época resultó francamente bonita”, rememora Cristos.

“Fernando le llamaba “el primo” a Cholo. Los dos eran tranquilos, muy diferentes a ese perfil de patrón gritón. Cholo era más irónico, de indirectas, y Fernando, más humorístico, socarrón”, describe Pazó. “Fernando tenía una pequeña cojera, de la polio. Pero se manejaba de tal modo que casi le daba un toque de elegancia al caminar. En el mar no se notaba nada. ¡Qué clase tenía! ¡Cómo conocía la ría y elegía los bordos! Navegaba muy bien con viento fuerte. Cuando compré mi snipe, vino a verlo y empezó a golpear el casco para determinar si era bueno. Poseía esa sabiduría”.

Armada falleció en 2006. Massó se le ha unido. Viven en la actitud de sus herederos. “Yo tengo ahora un J80 y varío de tripulación. Aprendemos unos de otros”, sostiene Pazó y Cristos apuntala: “El legado se ha mantenido”. Cuevas despide al coloso: “Que lleve buen rumbo y descanse en paz”.