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Motociclismo

El niño que se divierte a 140 kilómetros por hora

El niño que se divierte a 140 kilómetros por hora

Iker Rodríguez durante unos entrenamientos R. Grobas / Cedidos

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Iker Rodríguez durante unos entrenamientos Juan Carlos Álvarez

Iker Rodríguez se subió a una moto por primera vez cuando solo tenía tres años de edad. Han pasado seis desde entonces y ya puede presumir de haber conseguido su primer título de campeón de España. Lo ha hecho siendo el benjamín de una categoría que reúne a niños de hasta 12 años. Un pequeño hito para el motociclismo de velocidad gallego, que no tenían ningún campeón absoluto en estas categorías a nivel nacional. Lo ha conseguido este porriñés para el que los circuitos se han convertido en su patio de recreo.

Los domingos, mientras sus compañeros y amigos se entretienen jugando a la consola, al fútbol, o a cualquier otra cosa, Iker Rodríguez se sube a sus nueve años a una moto con la que alcanza los 140 kilómetros por hora para competir con niños mayores que él. Hace unos días este porriñés derribó una barrera histórica para el motociclismo gallego al proclamarse campeón de España de su categoría (supermotard 65cc), algo de lo que no existían precedentes. Los títulos nacionales, en sus diferentes categorías, son un coto casi vedado para los pilotos de la mitad oeste del país. Prácticamente todo queda a orillas del Mediterráneo. La proximidad de los circuitos, las instalaciones, las marcas comerciales, el ambiente... son factores que convierten aquel territorio en el paraíso para los aspirantes a piloto. Por eso el logro de este pequeño porriñés cobra una especial importancia. Mucho más si tenemos en cuenta que en su categoría era el más pequeño de los participantes. En ella se puede participar hasta los doce años. Iker, tres años más joven que la mayoría, era el benjamín de la parrilla, pero eso no fue un impedimento para que consiguiese el título nacional tras una temporada en la que ha estado en casi todos los podios posibles.

El jovencísimo Iker Rodríguez, ayer, en el circuito de karts de Porriño R. Grobas

La pasión por las motos le viene por vía intravenosa. Su padre, Jaime, era un apasionado del motociclismo, aunque antes de que Iker naciese hace nueve años se desprendió de casi todas las cosas que recordaban aquella pasión. Pero quedó en el ambiente. Se veían las carreras en la televisión y eso despertó en el niño una afición incontrolable. Con tres años, después de ver de cerca una prueba, ya no quería hacer otra cosa. La presión fue tal que Jaime decidió crear una escuela de pilotos en Porriño donde el crío pudiese ir aprendiendo. Hoy ya son una veintena los chicos que se forman allí, pero la evolución de Iker llama la atención por su precocidad y la capacidad que ha tenido para adaptarse a distintas circunstancias. Sin ir más lejos, en la última prueba de la temporada disputada en Valencia, un pequeño contratiempo hizo que se les cerrase el “pit lane” y tuviese que iniciar la carrera desde el último lugar de la parrilla, pero aún así acabó por llevarse la victoria. O aquella otra vez en la que un rival le tiró a mitad de prueba para situarle en última posición, pero él se levantó, arrancó la moto y aún tuvo tiempo para asegurar un sexto puesto que al final fue su peor resultado de la temporada.

Iker Rodríguez, en primer término, ayer en el circuito de karts de Porriño. RICARDO GROBAS

La próxima temporada quiere dar el salto a una categoría superior

La victoria de Iker también lo es de toda la familia, que le acompaña por España en los largos desplazamientos que deben realizar durante la temporada. Ese es uno de los grandes hándicaps con los que se encuentran. Otro de ellos es el coste que implica. Menos apoyos y sin el patrocinio con el que cuentan muchos de sus rivales: “Es un esfuerzo muy grande. Los viajes, el dinero. La situación es muy diferente a la del resto de niños que son de Valencia, Alicante, Barcelona… hay mucho nivel ahí en todos los sentidos y cada vez los chavales llegan más preparados”, explica su padre Jaime.

Iker, en el centro, durante un entrenamiento. RICARDO GROBAS

En la mente de Iker y de su padre ya está el siguiente paso que dará. Ahora está corriendo en MiniGP que ya son motos que alcanzan los 140 kilómetros por hora. En su estreno en la categoría firmó un cuarto puesto en Burgos lo que supone un aviso de cara al futuro. Pero en el futuro inmediato, la idea es saltar a Moto4 que ya se disputa en circuitos grandes y donde las velocidades se disparan hasta los 180 o 190 kilómetros por hora. Para correr en esa categoría hay que tener al menos 10 años, justo la edad con la que Iker tiene pensado comenzar a competir en ella. Otra vez será el benjamín de los participantes.

Jaime reconoce que “se pasa mal viéndolo desde fuera. Todos los padres sufren durante las carreras una barbaridad. Hay un riesgo evidente, son pequeños… y siempre estamos deseando que acaben pronto y sin ningún incidente”. Pero seguirán enganchados a ella: “Ahí estaremos mientras a él le guste y quiera”.

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