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El sillón caliente del CSD

Irene Lozano, en la presentación de la Liga Ellas. FDV

El deporte español mira con desesperación hacia el Consejo Superior de Deportes, en cuya cúpula se suceden los cambios sin que se avancen en muchas de los asuntos que como una herencia pesada unos presidentes van transmitiendo a sus sucesores. Un bucle que arrancó hace unos años.

Ese proceso vuelve a producirse ahora con la salida de Irene Lozano del cargo, solo catorce meses después de haber sido nombrada. La escritora, cuya designación al frente del deporte español generó una enorme sorpresa por su nula presencia en ese campo a lo largo de su vida, se marcha para formar parte de la lista con la que Angel Gabilondo concurre a las elecciones a la presidencia de la Comunidad de Madrid. La noticia conocida en las últimas horas generó cierto hartazgo en las federaciones deportivas por la sensación que tienen de que el Consejo Superior de Deportes se ha convertido en una estación de paso por la que van y vienen diferentes perfiles sin que nadie arraigue lo suficiente como para llevar a cabo las reformas que el sector viene demandando desde hace mucho tiempo.

Quien suceda a Irene Lozano (vuelve a sonar el nombre de Pepu Hernández, exseleccionador nacional de baloncesto, que ya se postuló sin suerte hace más de un año) será el quinto presidente del Consejo Superior de Deportes desde 2016. En aquel momento al frente del CSD estaba Miguel Cardenal. Tras él llegó José Ramón Lete que mantuvo el cargo hasta 2018. Tras la salida de Rajoy de la Moncloa le sucedió la exesquiadora María José Rienda. La granadina parecía haber encajado con el cargo, con los deportistas y con buena parte de las federaciones, pero en enero de 2020 fue reemplazada por Irene Lozano.

La salida de la escritora se produce en un momento muy delicado para el deporte español que está sufriendo de manera contundente los efectos de la pandemia y la crisis económica; que dentro de cuatro meses afronta unos complicados Juegos Olímpicos; y que tiene aún pendiente afrontar desafíos como el del reparto de los fondos europeos (alguien tendrá que pelear en nombre del olvidado deporte español), la nueva Ley Antidopaje; la nueva Ley del Deporte; la ansiada Ley de Mecenazgo...todo proyectos que no acaban de arrancar. Ni tan siquiera la profesionalización de la Liga de Fútbol Femenino –una de esas prioridades estratégicas de Lozano– ha conseguido avanzar más allá de simples actos propagandísticos.

En los catorce meses de Lozano al frente del CSD destaca por encima de todo la labor de intermediación que mantuvo entre la Liga de Fútbo Profesional y la Federación Española, más bien entre Javier Tebas y Luis Rubiales, para poner en marcha las competiciones profesionales de fútbol a cambio de que la Liga aumentase el dinero que entregan todos los años al resto de federaciones deportivas. Lo que de forma pretenciosa se llamó los “Pactos de Viana” fueron su mayor logro y eso le hizo ganarse ciertas complicidades a nivel de opinión pública. Pero las federaciones deportivas siguieron echando de menos mayor complicidad por parte de quien debe cuidar de su futuro. Ahora la salida para acudir a una pelea electoral abona la sensación de que la clase política cree poco en el deporte y en ocasiones se limita a utilizarle como simple acomodo o trampolín para otras aspiraciones.

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