La esperanza de que el 2021 sea un año mucho mejor que el innombrable empieza a coger forma en el Barça antes que en cualquier otro lugar o estamento del mundo entero. Tres partidos disputados, tres victorias obtenidas, una racha que también era insólita desde que el inicio de la temporada. Como si el equipo disfrutara ya de los efectos de la vacuna. Sin que hubiera llegado a irse, el club, el equipo y la hinchada pueden celebrar el regreso de Lionel Messi, espiritual y efectivamente, con un par de goles más que le han elevado ya a la cima de la clasificación del Pichichi.

Tan notorio ha sido el cambio del calendario que el Barça ha encadenado tres triunfos consecutivos en la Liga que le han permitido ascender hasta los niveles que le corresponden. La suerte se ha transformado de forma tan abismal que el cuadro azulgrana anotó los tres goles en los tres primeros tiros bien dirigidos. Como añadido a las bondades del anuario cabe subrayar que Antoine Griezmann marcó: no anotaba desde noviembre. Y dos veces. Abrió el camino del éxito y lo cerró con un remate que parecía imposible para él, con un tiro cruzado con la derecha. Por un día se sentó a merendar a la mesa de Messi, que lleva el triple.

La metaformosis del Barça se podrá dar por completa cuando sea capaz de mostrarse como un once más sólido y seguro. Para no abandonar la calamitosa costumbre del año pandémico, a punto estuvo de encajar primero. Igual que en Bilbao, sede de la primera remontada como dios manda. Un mal pase horizontal de De Jong a Busquets (semejante al de Messi en San Mamés) dejó a Antonio Puertas enfilando hacia Ter Stegen. Una mano del alemán evitó la desgracia acostumbrada y dio tiempo a sus compañeros a que le tomaran el aire al partido. No era fácil ante un Granada de colmillo y pie fuerte, envalentonado por su buen momento deportivo, codeándose en las altas esferas, también las europeas, y con el recuerdo del 2-0 de la última Liga. De aquel once del Barça solo repetían Griezmann y De Jong.

No pintó bien el partido en la incertidumbre de la fase inicial, pero aquella esquiva suerte de los azulgranas ha mutado con la hoja del almanaque: un pésimo despeje de Soldado convirtió en buena la posición antirreglamentaria de Griezmann, solo ante el meta del Granada.

Estabilizado en el campo, con un Mingueza aguantando el tipo frente a Soldado, De Jong pareciendo un gladiador y Griezmann robando balones, el punto de acierto lo escribió el genio con dos fogonazos. La buenaventura, cuatro días después de que se apuntara un doblete en Bilbao, fue que transformó la primera falta directa después de casi 70 intentos infructuosos. La bola se coló entre un bosque de piernas.

El inapelable 0-3 del descanso redujo el partido a la mitad. El entrenador del Granado así lo expresó con tres cambios. Koeman anduvo sus pasos con el 0-4: el primero que se marchó fue Messi, que no era sustituido desde enero del 2018 (hace tres años). Luego se marchó De Jong (el jugador con más minutos acumulados). Más llamativo fue que Koeman dejara entrar a Riqui Puig. Esa sí que fue la señal de la distensión.

Koeman ha encontrado el once que le gusta –que funciona, que gana- y lo va repitiendo mientras puede. En una semana aconsejable para rotaciones solo ha operado cambios mínimos. Obligados. Del once de Huesca con que comenzó el año, tras cerrarlo de pena empatando con el Eibar en casa, solo relevó a Braitwaithe por Griezmann en Bilbao; en el viaje a Granada, desparecieron los dos centrales por obligación: el sancionado Lenglet fue sustituido por Mingueza y Araújo, baja en el calentamiento, dejó su sitio a Umtiti. De ese once ya no se va Dembélé, necesario por su desequilibrio y su capacidad para atraer la atención, liberando así a Messi.

Jugó Umtiti porque no quedaba nadie más. Era el futbolista con menos minutos de la plantilla. Menos incluso que Riqui Puig. Aliviado por que Soldado buscara a Mingueza, Umtiti resistió los 90 minutos. Incluso él bendice el 2021.