Era imposible calcula el número de personas que aquella ventosa mañana del 12 de noviembre de 2005 se acercaron al puerto, a los muelles, al relleno de Bouzas, a las playas o a cualquier esquina de la costa hasta más allá de Baiona para contemplar la salida de la Volvo Ocean Race desde Vigo. Por primera vez en la historia la prueba oceánica más prestigiosa del mundo arrancaba desde fuera de Inglaterra y la ciudad correspondió a la importancia de la cita. Nadie quiso perderse el acontecimiento que colapsó las calles, llenó los hoteles y transformó la ría en un hormiguero de barcos desde los que miles de espectadores presenciaron la salida de los ocho veleros. En quince años han cambiado mucho las cosas. En aquella ocasión en el “Gotteborg II”, el galeón sueco desde el que se dio la salida, estaban el Rey Juan Carlos –encargado de soltar el cañonazo que supuso el arranque de la competición–, Pérez Touriño como presidente de la Xunta de Galicia, Corina Porro como alcaldesa y Abel Caballero como presidente del Puerto. Junto a ellos Pedro Campos, el gran responsable de que aquella edición de la Volvo Ocean Race, con todo lo que significa de impacto mediático, hubiese vivido los primeros días en Sanxenxo (donde se celebró la primera regata costera y se instalaron los equipos para ultimar los preparativos de la regata) y en Vigo, escenario de la salida real de la prueba. Los barcos habían llegado a la ciudad la tarde del 11 de noviembre en medio de otro aluvión de ciudadanos que querían ver de cerca al “Movistar”, a los dos “ABN Amro”, al “Ericsson”, al “Brasil 1”, al “Brunel” y al espectacular “Piratas del Caribe”. A la mañana siguiente el día amaneció gris, pero justo cuando sonó el cañonazo desde la goleta sueca el sol lucía y permitió a los espectadores contemplar el tranquilo recorrido de los barcos hasta la boya situada enfrente del monte de A Guía. Fue justo al dar la vuelta cuando una tormenta de lluvia y viento ennegreció el cielo. Los barcos enfilaron la ría y pasaron por delante del puerto de Vigo como verdaderas fieras, demostrando sus posibilidades. Un espectáculo difícil de olvidar para quienes asistieron a él. De ahí hasta la salida de la ría fue un visto y no visto. Los barcos desaparecieron camino de Ciudad del Cabo (final de esa primera etapa) y esa mismo noche se enfrentaron a una colosal tormenta que obligó a varios a ser reparados. Quince años han pasado ya de aquel momento en el que Vigo volvió a ser la capital mundial de la vela. Aquel día se hicieron promesas relativas a la posibilidad de que algún día regresase la Volvo a Vigo. Una utopía ahora mismo y mucho más tras haber encontrado en Alicante una sede estable.