Se ha cumplido un mes de una de las mayores catástrofes deportivas de la historia del Barça y las consecuencias que se han producido son casi imperceptibles para su dimensión. Nada más que el despido de un entrenador (Quique Setién fue destituido con una nota pública dos días después) y el traspaso de un jugador (Ivan Rakitic) que ya estaba sentenciado meses antes.

Salió Gerard Piqué en aquella funesta noche de Lisboa del pasado 14 de agosto para ofrecer su cabeza -sabiendo que ni sería guillotinada-, compareció obligado Setién sin querer ofrecer un juicio precipitado sobre su inexcusable destitución e intervino Josep Maria Bartomeu, el presidente para confirmar que, efectivamente, era una noche "triste" y que él y su junta habían tomado decisiones, que iban a ejecutar de forma inminente.

Los tres estamentos (capitán, entrenador y presidente) convinieron, por separado, que había llegado el momento de activar un profundo cambio en el Barça. Pero el único cambio profundo que podía producirse no era ninguno de los que se preveían. El único cambio profundo habría sido la marcha de Leo Messi, una posibilidad que conocía el presidente. De la magnitud de ese cambio incumplido ejecutado da cuenta el abismo abierto por el capitán al manfiestar por burofax que quería marcharse.

El resumen del mes delata que la revolución sigue pendiente. Ha llegado Ronald Koeman para sustituir a Setién, un técnico que debería ayudar a que "el barcelonismo recupere su identidad" como dijo su predecesor y se ha ido Rakitic dejando un pírrico millón y medio. Se había ido Arthur y se había fichado a Miralem Pjanic antes, con lo que la operación conjunta estaba programada. El centrocampista bosnio será presentado hoy.

Ninguno de los otros refuerzos de la plantilla ha llegado con la firma de Ronald Koeman, que aún espera una alegría: Pedri fue fichado en septiembre del 2019 (con Ernesto Valverde en el cargo) y Trincao se ató en enero del 2020 con Setién recién aterrizado. Las otras novedades son futbolistas que habían sido cedidos. O sea que la reconstrucción del Barça se ejecutará con las mismas personas que intervinieron en su derrumbamiento.

Salvo Arturo Vidal y, previsiblemente Luis Suárez, que llevan días esperando y gestionando su marcha tras saber que el club les quería dar la baja. Vidal lo tiene todo cerrado con el Inter de Milán, y el desenlace de la operación es tan inminente que el club azulgrana esperaba cerrarlo ayer limando las últimas diferencias económicas. Esas diferencias son mayores con Luis Suárez cuyo destino no es tan claro.