Los mayores seguidores de Teresa Portela, además de su marido y de su hija Naira de 5 años -con ella en el Mundial-, estaban ayer a unos 3.000 kilómetros de distancia, en el barrio de Piñeiro, en Aldán, de donde es natural la palista, pero muy pendientes de Hungría. Sus padres Antonio Portela y Teresa Rivas sigueron la carrera de su hija desde su casa de Piñeiro, compaginando una aplicación que ella les dejó, para verla a través del ordenador; y también la televisión porque se iba a retransmitir en directo por un canal de deportes, pero cuando se dio la salida, todavía había fútbol.

"La hemos vivido con mucha tensión, con la tensión del sacrificio que sabemos que pasa Teri todo el año porque también quiere ser una super madre y es muy constante en todo lo que hace". Ellos, que prefieren pasar desapercibidos, son los abuelos que, uno o dos días a la semana, acuden a Verducido para recoger a Naira y disfrutar de su nieta para que su madre, que reside en O Grove, también pueda entrenar. Ellos son los padres están pendientes de cada carrera de su hija para saber cómo sale satisfecha y que han estado sufriendo con ella la dureza de la competición de élite de este deporte minoritario desde que a los 9 años Teresa decidió, con una amiga de Aldán, practicar piragüismo. En este Mundial, la palista, que aunque en la UCAM sigue vinculada de corazón al Club Mar Ría de Aldán, ha logrado el patrocinio de Mahou, algo que agradecen sus padres, que sobre las dos de la tarde recibieron la llamada de su hija: " Estaba contenta y emocionada".

Ahora la meta está en Tokio, en lo que podrían ser las sextas Olimpiadas para la deportista y las quintas para sus padres que acudieron a Atenas (2004), China(2008), Londres (2012) y Río (2016).