El pesar nunca había figurado en el catálogo de emociones de la Titan Desert. El pelotón rodó ayer de luto. Fernando Civera, un zaragozano de 46 años, había fallecido el día anterior a causa de un paro cardiaco; el primer muerto en catorce ediciones de la exigente prueba ciclista, de seis etapas por desiertos y pedregales marroquíes; en total, 640 kilómetros y 5.911 metros de desnivel positivo acumulado. Dos vigueses, Jorge Juan Estévez Vorkauf y Eduardo Vieira Varela, compiten en la Titan. Comparten el esfuerzo y el dolor de los 650 participantes.

La etapa del lunes, de 105 kilómetros entre las localidades de Merzouga y Ouzina, primaba la navegación. Sin tracks, los ciclistas debían buscar el mejor trayecto entre los puntos de control fijados por la organización en el GPS. "La distancia más corta entre dos puntos no siempre es la mejor", explica Vorkauf. Le han contado que Civera se perdió entre los controles 2 y 3, en una zona de dunas. "Estuvo tres horas dando vueltas, empujando la bici o cargándola. Le habrá dado ansiedad y todo se acumula".

En la Titan conviven amateurs y profesionales como Purito Rodríguez, Abraham Olano, Melcior Mauri... "Había que rodear la zona y entrar a las dunas por detrás. Pero eso lo sabe quien se ha estudiado todo en GPS. Los profesionales traen ordenadores. Completan las etapas en menos tiempo, cuando la temperatura es más baja. Los que vamos detrás encontramos las condiciones más complicadas. Cuando la arena ya está pisada es cuando te hundes", detalla Vorkauf.

En etapas tan largas, el pelotón pronto se deshilacha hasta convertirse en un reguero de corredores. La temperatura superó el lunes los 40 grados. "Cuando te pega el sol en la duna no hay misericorida", exclama Vorkauf. "Ademas era la primera parte de la etapa maratón, donde nosotros tenemos que cargar con nuestro material para los dos días", explica Vieira. Calor, peso, dunas... Cada detalle se va añadiendo en el proceso de la tragedia.

La organización dispone de un nutrido equipo médico, tanto en los puntos de avituallamiento como en todoterrenos que recorren constantemente el camino. Si un ciclista se para, enseguida se investiga su estado. Un helicóptero medicalizado vigila desde el cielo. Tras activarse la alerta, fue el que localizó a Civera en el kilómetro 55. Ya no se le pudo salvar la vida.

La mayoría de participantes conoció la noticia esa noche en el campamento de Ouzina, durante la reunión en la que el responsable de carrera dicta las instrucciones para el día siguiente. "Fue bastante duro", confiesa Vieira. Vorkauf reconoce: "Yo no me había enterado de nada. Gente que venía detrás sí que había visto cómo bajaba el helicóptero a atender a alguien".

"Es una pena, un momento muy duro para su familia y para algún amigo que le acompañaba", lamenta Vieira. "Sabemos a lo que venimos en cuanto a dureza, pero sin duda esto no es lo que esperas. Desgraciadamente estos accidentes ocurren". Vorkauf, sin restar influencia a las circunstancias, sostiene: "También pasa sentado en la oficina". La organización incluye entre los requisitos de inscripción un informe médico. Vorkauf reflexiona: "Eso no asegura nada. Somos nosotros, que nos llevamos al límite. En condiciones como las del lunes, calor, un recorrido muy exigente, muchas ganas de acabar y hacerlo bien... Esa etapa la abandonaron 110 personas de 650. A los del final les pilló una tormenta de arena y se tuvieron que refugiar. Son cosas que pasan".

Los dos vigueses no le realizan ningún reproche a los gestores de la carrera, que según Vieira "actuaron muy bien. Las asistencias llegaron rápido. Es un palo grande para la organización, que es un diez en todo. Entiendo que esto será una mochila pesada con la que tendrán que cargar un tiempo".

La organización decidió anular la tercera etapa, de 118 kilómetros, en la que se regresaba a Merzouga. Los ciclistas realizaron el viaje, pero por 65 kilómetros de campo o carretera. "Ha sido como venir de paseo comparado con el resto, con la carrera neutralizada, sin tiempos ni clasificaciones", agradece Vorkauf.

Al olívico, sin embargo, le aguardaba un esfuerzo extra. "El compañero con el que voy tuvo que abandonar en la etapa del lunes porque se deshidrató. Hace dos semanas se hizo una prueba de esfuerzo completa, lactato, umbrales... Esta mañana lo he tenido que traer yo a rastras. Estaba muerto".

Con unas cubiertas Vorkauf se inventó un sistema para llevar a su socio tras de sí. En un punto de control el médico ha estado a punto de enviarlo a casa al comprobar que no era capaz de ingerir agua sin vomitarla. "Hay que plantearse estas cosas", dice Vorkauf sobre ese sufrimiento. "No sé si merece la pena hacerlo. Aquí venimos a disfrutar. Si el estómago no te respeta, habrá que parar".

Él saldrá esta mañana hacia M'ssici, en la cuarta etapa, de 119 kilómetros. Con el recuerdo de lo que le sucedió a Civera como advertencia, pero sin obsesiones. Igual que Eduardo Vieira, que considera que lo sucedido "no deberia afectar en nada. La gente viene preparada y esto ha sido una desgracia".