La resolución del partido, con esos tiros de Zavala y Bonio que acariciaron el aro sin penetrarlo, culminaron un duelo de gran calidad. Cada escuadra manejó perfectamente sus herramientas: el Izmir, la gran estatura de sus jugadores, muchos de ellos de virtudes superiores a las que cabría esperar según la calificación de sus discapacidades: Efeturk es un 4 que se mueve como un 4,5; Kiroglan es un 1,5 inmenso. El Iberconsa, por su parte, buscó la transiciones rápidas y un manejo ágil de la silla por parte de Envó, Murakami y Alejos, con buen porcentaje de tiro (53% al final).

El partido se movió permanentemente en diferencias estrechas, aunque casi siempre con el Izmir por delante. La máxima diferencia visitante se produjo con el 59-53; la local nunca fue superior a un punto, del 7-8 del primer cuarto al 77-78 con el que Chava culminaba su magnífica irrupción en el último.

Con el mexicano reposando en el banquillo, el Iberconsa supo encontrar más argumentos ofensivos que el abuso de Alejos. Envó, que en los últimos tiempos se ha centrado más en la dirección, soltó bien el brazo. Murakami mezcló lo virtuoso con lo alocado, en ese constante baile que practica. Alessandrini ha sido uno de los mejores en esta primera jornada. Iglesias lo tuvo todo bajo control, desde una alquimia que lo confirma como un entrenador capaz todavía de explorar nuevos territorios en el baloncesto en silla.

Al Iberconsa le cabe el pecado de no haber aprovechado tras la eliminación de Kiroglan aquello que con tanta minuciosidad había preparado. Cronau se equivocó en alguna defensa y también ella, una pieza igual de clave, lo pagó con la quinta falta. Efeturk tiró de su interminable brazo y Sayari de su infalibilidad en el tiro a tabla para amargarle la fiesta a un Iberconsa que acarició las semifinales durante un breve instante.