Tres meses después de su última participación completa con el Celta, el moañés recordó ayer lo largo que es el tiempo sin su concurso. Cumplió con creces las mejores previsiones que podía haber sobre su regreso. En el segundo tiempo le cambió la cara al equipo y fue tan decisivo como acostumbra. Primero marcó en una falta directa que dejó sin respuesta a Asenjo y luego, con la presión inmensa que supone lanzar un penalti en esa situación, anotó el tercer tanto con apenas unos minutos por delante. Su efecto en el equipo es colosal y su partido de ayer confirma que en la historia del Celta no ha habido otro jugador como él.