El 19 de julio de 1919 el francés Eugène Christophe se vistió en Grenoble por vez primera un maillot de color amarillo para distinguir al líder del Tour de Francia. El símbolo hizo fortuna y ahora que se cumplen cien años la ronda gala quiere rendir homenaje a su prenda más codiciada. A celebrarlo dedicaron los organizadores buena parte de la presentación del recorrido del año que viene, que también ha querido llenar de guiños al amarillo.

"Emergió de las trincheras de la Gran Guerra, cuando hacía falta una luz que brillara entre las tinieblas, un color que marcara la excelencia. Lo ha conocido todo, el triunfo, el sufrimiento, la desgracia y también la mentira, porque es como la vida misma", dijo el director de la carrera, Christian Prudhomme. En el estrado del palacio de Congresos de París invitaron a Eddy Merckx, Bernard Hinault y Miguel Indurain, los únicos que junto al fallecido Jacques Anquetil, lo han ganado cinco veces.

A la sorpresa general, a ese tridente histórico se unió la menuda figura de un anciano de 82 años que, al irrumpir en la escena, arrancó tantos aplausos como ellos, Raymond Poulidor.

Nunca lo vistió, pero representa la otra cara del amarillo, la del esfuerzo en pos del sueño que no siempre se hace realidad. Entre Merckx, que lo lució 111 veces y Poulidor, que subió ocho veces al podio final sin nunca ponérselo, el jersey recobró en París todo su esplendor.

Siempre ocurrente, el ciclista que ha pasado a representar mejor que nadie la imagen del perdedor, demostró que mantiene una elevada cuota de popularidad en su país. Y de humor. Agarró el micrófono y con desparpajo aseguró: "Entre nosotros cuatro sumamos quince Tour de Francia".

En el otro extremo está Merckx, de 73 años, cuyo nombre resonará en julio próximo. Por su culpa, el Tour saldrá de Bruselas, pasará por Woluwe-Saint-Pierre, donde el belga lo vistió por vez primera.

El "caníbal" dejó su impronta por todo el territorio francés y a cada esquina hay una ocasión de recordarlo. Pero será en Valloire donde cobrará un significado especial.

Igual que en Saint-Etienne la caravana se acordará de la victoria ensangrentada de Hinault, en Macon del triunfo brillante de Indurain o en Bagnères de Bigorre del éxito de Anquetil.

Si algo sabe hacer bien el Tour es cuidar su memoria. "Para alguien a quien le guste el ciclismo, es un sueño ganarlo algún día", aseguró Indurain, de 54 años, que guarda solo seis, uno de cada año victorioso más aquel que se enfundó en 1991 en Val d'Huron, el primero de sus 60.

"Es el premio más hermoso", agregó Hinault, de 63 años, que lo llevó 75 veces y que, luego, cuando se bajó de la bicicleta, estuvo muchos otros colocándoselo en la espalda del líder de la general en su calidad de relaciones públicas de la carrera.

"Es un sueño de niño, el maillot más importante del ciclismo", completó Merckx, a quien su rostro de satisfacción delataba que vive encantado porque el Tour le rinda tan precioso homenaje. Él, como nadie, encarna el triunfo que representa aquel amarillo resplandeciente instaurado, como recordaba Prudhomme, tras la Primer Guerra Mundial.

Dieciséis ciclistas abandonaron la carrera con él en la espalda, a la imagen del alemán Tony Martin en 2015, símbolo de la desgracia.