Tenía razón el Sevilla en su reticencia a jugar la final de la Supercopa en Tánger, porque el estadio de Ibn Batuta de la ciudad del Estrecho pareció como si estuviera en la periferia de la ciudad condal, con un público mayoritariamente entregado al Barça. Aunque los culés de Tánger y los llegados de todo Marruecos no lograron llenar los 45.000 asientos del estadio (hubo varios miles de asientos vacíos).

El Barça no solo rechazó pasar una sola noche en Tánger, sino que además las horas de su estancia las pasó recluido en un hotel de lujo, con una planta entera requisada para ellos en la que un cocinero llegado de Barcelona les sirvió su almuerzo. El Sevilla sí trató de hacerse ver en las calles de Tánger, pues su presidente Pepe Castro fue al centro de la ciudad a inaugurar la sede de la única peña sevillista del mundo árabe.

Al palco VIP acudieron los presidentes de las federaciones de fútbol de España y Marruecos, como es natural, pero también el portugués, un guiño que algunos leyeron como que el proyecto tripartito para organizar el Mundial de 2030 ya está encarrilado.

En ese palco VIP no faltaron personalidades: hubo al menos cuatro ministros. Había tanta sensibilidad política en aquel palco que las autoridades marroquíes prohibieron un "tifo" que los barcelonistas de Tánger habían preparado durante semanas y que mostraba el mapa de Marruecos con el territorio del Sáhara Occidental: la razón que las autoridades dieron era que no querían que se mezclase política y deporte. España ni en Marruecos, ha querido explicar oficialmente cuánto ha pagado Marruecos por esta operación de imagen.