Bien está lo que bien acaba y aunque el golazo de falta de Cristiano Ronaldo que supuso el empate de Portugal pudiese aportar un toque de amargura, lo cierto es que para la afición moañesa todo quedó en un segundo plano después de haber elevado a uno de sus héroes a ese Olimpo de los Dioses que es el Mundial de Fútbol. El debut de Iago Aspas en Rusia despertó la euforia de sus paisanos en una jornada tan extraña como el partido que se disputó en Sochi.

El campo de O Casal, sede del Club Deportivo Moaña, era el lugar elegido por el concello para proyectar el encuentro. Y nadie dio la espalda a Aspas. Media hora antes del inicio unas 300 personas abarrotaban el espacio habilitado para la retransmisión del partido, muchos de ellos ataviados con la elástica celeste del moañés o con la camiseta de la selección española. No cabía un alfiler y los asientos estaban copados. Pero faltaba algo. Descartado el proyector en la víspera por la escasa visibilidad que ofrecía con el sol se optó por una pantalla LED. La primera que se trajo tenía mal el procesador y hubo que localizar otra contrarreloj. Su instalación dio más problemas de los previstos y el choque dio comienzo con la pantalla en negro y la impaciencia de los aficionados que se habían acercado al campo moañés. La alcaldesa, Leticia Santos, pidió disculpas por las dificultades técnicas y lamentó la actuación de la empresa, quien, por su parte, manifestó a la regidora que no cobraría por el servicio.

La situación no mejoró con el tanto de penalti de Cristiano Ronaldo, recibido con cierta indiferencia, pues la preocupación se centraba en poder recibir las imágenes de lo que sucedía en Sochi. Muchas personas comenzaron a desfilar en busca de otro lugar para ver el encuentro y los que no se rendían se agolpaban para seguirlo en el monitor de la Radio Galega -que hizo su programa Galicia en Goles desde O Casal- o en el televisor de la cantina. Apenas quedaron unos 60 valientes que tuvieron su recompensa a la media hora de juego, cuando la pantalla comenzó a funcionar. Sin embargo, al filo del descanso el tanto de Cristiano que ponía el 2-1 volvía a apagar los ánimos.

Los tres minutos mágicos con los que Costa y Nacho dieron la vuelta al marcador despertaron a una afición moañesa un tanto aletargada, y el éxtasis llegó en el minuto 75, cuando la imagen se centró en Fernando Hierro dando instrucciones a un Aspas que se aprestaba a entrar en el terreno de juego. El cambio por Costa fue más ovacionado que cualquiera de los tres goles de la selección española. No hizo falta demasiado para que el fino zurdo hiciese levantar de los asientos a sus paisanos en la acción en la que chutó a puerta para que detuviese el balón Rui Patricio. Un par de intervenciones más volvieron a calentar las gargantas de los aficionados que acudieron a O Casal, que también mostraron su respeto al otro gallego en el combinado nacional, Lucas Vázquez, aplaudiendo su cambio en sustitución de Silva.

Todos soñaban con la fiesta completa, con el gol de Aspas que redondease el día soñado en su debut mundialista, pero fue otro monstruo el que acaparó los focos. Cristiano embocó una falta directa de forma magistral y ya no hubo opciones claras para modificar en el descuento el 3-3 definitivo. Pero para Moaña lo más importante era haber visto a aquel chico nacido a escasos metros del viejo campo de A Xunqueira en un Mundial.