Es una escena icónica, que se relata cada cierto tiempo alrededor de la hoguera. 20 de febrero de 2011. La plantilla del Vigo R.C. regresa en autobús del madrileño Valle de las Cañas. El empate con el CRC (6-6), unido al 11-6 de As Lagoas, le vale el ascenso; el primero a la máxima categoría en toda la historia del rugby gallego. En un determinado punto del trayecto Norm Maxwell se levanta, se gira hacia sus jugadores y ejecuta una "haka" para homenajearlos. El baile y su hipnótica salmodia les trasmite orgullo, honor, tradición, fraternidad, energía, respeto, valentía... Son los valores que constituyen el legado de Maxwell, cuya era en el XV del Olivo concluye. El gigante de los pies descalzos dice adiós con el corazón lleno.

La noticia causó impacto en verano de 2010. A la directiva casi le pareció mentira cuando David Monreal, recién fichado como entrenador, propuso traerse como socio a su amigo Norman Michael Clifford Maxwell, exjugador de Crusaders y Barbarians, 36 veces All Black, un dios del helecho plateado. No ha sido un sueño. Su castigado cuerpo le impidió vestir la casaca olívica. Como técnico, ha dirigido a la escuadra en siete campañas (se tomó un descanso en 2012 para viajar a África) formando tándem con Monreal y después Mera o en solitario; tres en División de Honor A y cuatro en la B. En su último ejercicio ha salvado la permanencia. A su reclamo llegaron jugadores de calidad, que impartieron magisterio. Más allá de datos, fichajes y resultados, ha sembrado su concepción purista del rugby y un estilo de juego abierto y alegre, que busca la continuidad incluso a riesgo de pecar de ingenuo y que se distingue como el propio del XV del Olivo, una marca de la casa.

"No esperaba esta decisión", confiesa el neozelandés, que se resigna: "La directiva me ha hablado de razones financieras y me parece totalmente entendible. Todos hemos notado el impacto de esto durante los últimos cuatro años y ha sido un gran reto para el club en muchos aspectos. Estoy triste por el final de mi etapa aquí pero feliz por el tiempo que he pasado".

El coloso de Rawene es un hombre emotivo, transparente en sus sentimientos, que fue capaz de abandonar su carrera en lo más alto por su decepción con el profesionalismo y que en Vigo ha recuperado el amor infantil por el juego. "Aunque a veces ha sido complicado y solitario, no cambiaría nada", comenta de este periodo al frente del Vigo. "Estoy orgulloso de mis esfuerzos y mis logros con el equipo aunque admito que podría haber mejorado mi español al estilo Tarzán", se ríe. "Hay gente maravillosa en esta ciudad y en este club, con un montón de chicos talentosos que van llegando. Creo que el futuro parece prometedor para el Vigo Rugby Club y ha sido un placer ser parte de ello".

Se rememoran sus arengas espirituales, sus ejercicios en apariencia extravagantes buscando la cohesión del grupo, también sus broncas iniciales si algún jugador confundía la intensidad con la brusquedad o la violencia. Por eso también él resalta entre lo principal "haber visto la evolución de muchos canteranos; ver cómo han empezado a entender el juego y a apropiarse de su espacio en el campo y en el partido". E incluso de los momentos de crisis extrae "cómo el equipo permaneció unido, con cada uno apoyando al otro". Resume: "Esos son mis momentos favoritos".

"Es muy simple lo que me gustaría que la gente recordase de mi tiempo aquí", afirma sobre el legado, cuya filosofía detalla: "Permanecer de pie, estar orgulloso de lo que eres y creer en lo que tienes; responsabilizarse de ti y de tu papel y apoyar a los demás en lo bueno y lo malo".

Maxwell abandona la estructura del Vigo R.C., pero no la ciudad en la que se ha asentado, se ha enamorado y donde ha nacido su hijo. "Me gustaría agradecer a mi pareja, Jes, todo su trabajo oculto, su esfuerzo y haber tenido que aguantarme. Durante todo este tiempo le he estado robando ideas y fingiendo que eran mías", bromea. Permanecerán en Vigo "al menos un año más. Es importante que nuestro hijo disfrute de la escuela que ama".

No se quedará inactivo. Seguirá ejerciendo como apóstol del rugby. "Estamos creando un nuevo proyecto con mis contactos del extranjero. Nuestra intención es proveer del apoyo de especialistas a toda la comunidad rugbística de España", anuncia. Un programa que incluye ideas como aquel "Dream Big Aotearoa", el viaje formativo a Nueva Zelanda que realizaron varios jugadores del XV del Olivo hace un par de años. "Estamos abriendo este tipo de oportunidades a la comunidad. Empezaremos realizado un viaje de desarrollo a Nueva Zelanda en agosto o septiembre. Con el rugby creciendo aquí a tanta velocidad, creo que existe una necesidad real de apoyo y dirección. Seré feliz al seguir ayudando a la expansión del rugby". Y mientras, desde la grada de As Lagoas, gritará como se despide: "Vamos, Vigo".