El Valladares mantuvo su buena línea de las últimas jornadas en casa y encadenó su cuarta victoria consecutiva en A Gándara ante un Moaña que se descuelga ligeramente de la lucha por los puestos de ascenso al perder su segundo encuentro seguido.

Precisamente, esa terrible racha del Moaña y su situación en la tabla clasificatoria provocaban que los vigueses esperasen un encuentro duro y complicado. Sin embargo, el panorama se les aclaró un poco mucho antes de lo esperado puesto que antes de cumplirse el minuto cinco de juego, una acción entre Bruno y David Sevito por banda izquierda acabó con un centro al área que Víctor convirtió en el 1-0.

Pese a la ventaja en el marcador, el Valladares tardó un cuarto de hora en asentarse y hacerse con el control del partido ante un conjunto visitante que, con las llegadas por banda de Castro y Sanmartín, inquietaba a los aficionados vigueses pero sin llegar a generar peligro real.

Lo mismo que le sucedió posteriormente a un equipo local que pasó a tener el balón aunque hasta después del descanso no volvió a poner a prueba a Javi Vidal.

De hecho, tras el intermedio fue el Moaña el que volvió al campo con las ideas más claras, tratando de aprovechar los primeros instantes para devolver la igualdad al marcador. El Valladares resistía aunque sin pasar excesivos apuros hasta que, como ya ha sucedido en varias ocasiones esta temporada, la pizarra sirvió para aumentar distancia en el marcador y ganar tranquilidad. Y fue otra vez en la ya clásica jugada de estrategia en un saque de esquina para el remate de Cristian, que en esta ocasión desvió con la puntera Viti para lograr el 2-0. Un segundo tanto que hizo mucho daño al Moaña. El propio Viti volvió a marcar poco después pero el árbitro anuló la acción por un discutible fuera de juego.

El Valladares no acabó de cerrar definitivamente el encuentro con el tercer gol y Omar aprovechó un balón largo para, con un disparo cruzado, superar a Diego. Un gol que dior emoción a unos diez minutos finales en los que los vigueses tuvieron que defenderse ante el acoso con balones colgados de un rival con más presencia ofensiva que sensación real de peligro.