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Triunfó en el mar, nació en un garaje

Los vigueses Cabello y Lago conquistaron el Mundial con un prototipo construido de forma casi artesanal con la ayuda del cangués Xaime García y con el que rompieron con veinte años de dominio de los "Faccenda" italianos

Pablo Cabello y Javier Lago, en el Náutico. // Alba Villar

Han pasado más de veinte años desde que por primera vez Pablo Cabello (Vigo, 1976) se asomase a un Mundial de vaurien. Su constancia encontró el premio soñado en Polonia el pasado fin de semana cuando en compañía de Javier Lago (Vigo, 1986) conquistó el título tras completar una semana en la que, en sus propias palabras, "hicimos las cosas muy bien. Llevo veinte mundiales encima y siempre hemos estado ahí, en las primeras posiciones. Pero para ganar el título se tienen que dar una serie de circunstancias muy concretas. Todo tiene que salir bien, tener algo de fortuna...y en este ocasión sucedió. Podía haber salido a la primera, pero salió a la veinte...".

El suyo es el triunfo de la constancia, de la experiencia y también del arrojo de un par de regatistas inquietos que no se conforman solo con regatear. En esta ocasión en Polonia los vigueses comparecieron con un prototipo que ellos mismos fabricaron junto al cangués Xaime García, un diseñador que ha trabajado incluso en Copa América y con los selectos TP52, pero que se unió a la empresa de romper el monopolio que en la clase vaurien ejercen los "Faccenda" italianos. Llevaban tiempo tratando de hacer un barco gallego, pero no dieron con la persona adecuada hasta que unieron su camino al de Xaime. "Lo hicimos prácticamente en un garaje. Javier y yo poníamos sobre todo algunas ideas en cuanto a diseño y Xaime aportó su conocimiento sobre tecnología, materiales, formas y, sobre todo, sus manos. Era una historia completamente experimental porque no sabíamos si íbamos a tener un éxito gigantesco o nos la íbamos a pegar. Hacer a la primera un producto de tanto nivel es muy difícil porque lo normal es que te equivoques en algo. Pero Xaime es muy bueno".

La cuestión es que después de veinte años de victorias de los "Faccenda" italianos, un barco construido poco menos que en un garaje en Cangas rompió con ese abrumador dominio. Esa situación se trasladó a la competición porque los regatistas italianos, entre los que estaba el propio Faccenda, pusieron a toda su maquinaria en funcionamiento para evitar el triunfo de los vigueses. Había en juego una victoria deportiva, pero también comercial, económica, del prestigio de una marca hegemónica en el mundo del vaurien. Eran muchos los desafíos que representaban para ellos Cabello y Lago. Pero nada pudieron hacer ante el rendimiento del barco : "La otra pieza de un puzzle perfecto", sentencia Cabello.

Recuerdan los vigueses que antes de viajar a Polonia muchos conocidos les preguntaban cómo es que iban a competir con un barco nuevo teniendo un "Faccenda" a su disposición: "Después de tanto tiempo ya me daba igual jugármela. Pero además la satisfacción personal de estar allí, de ver a la gente interesándose por un barco que estaba rompiendo los pronósticos, de fijarse en los detallles. Lo que pasa es que a medida que pasaban los días los italianos empezaron a mosquearse y el último día nos abrasaron para impedir nuestra victoria".

En Polonia finalmente la regulariad y solidez del barco resultó determinante: "No se suele ganar como hicimos nosotros. Logramos ganar dos de las diez mangas, que es lo normal, pero es que nuestro peor resultado fue un quinto. Eso demuestra que el rendimiento del barco fue extraordinario". Eso les condujo a una última jornada electrizante en la que se auparon al liderato tras un segundo puesto en la primera manga de la jornada. Luego defendieron esa posición en las dos restantes, sobre todo en una última en la que los italianos salieron en bloque con todos sus regatistas en su busca con la intención de relegarlos en la clasificación. Pero Cabello y Lago tiraron de manual para certificar su triunfo con un quinto puesto.

Cabello reflexiona con calma sobre lo sucedido y recuerda lo caprichoso que es el deporte: "He cumplido 41 años. Con 30 era cuando estaba mejor físicamente y tenía más opciones de lograrlo. Pero me ha salido el campeonato perfecto cuando ya no me tenía que salir perfecto". Los vientos suaves, que convirtieron el Mundial en una prueba más táctica, también admiten que les ayudó: "Hace unos años en Holanda, por ejemplo, llegamos fuertes, pero nos encontramos 30 nudos de viento. Y fuimos cuartos porque el cuerpo no nos daba para más. Aquí llegamos bien, pero los vientos convirtió el Mundial en algo más táctico que técnico por decirlo de algún modo. Somos buenos técnicamente, pero otra cosa es ser los mejores. Pero en lo táctico somos gente muy experta".

Ahora su próxima ilusión es que ese prototipo que les ha conducido al Mundial y que han creado junto a Xaime García pudieran producirlo en serie: "Es la ilusión, pero no es sencillo porque hacen falta apoyos de empresas. Yo en estos veinte años veo la Ría cada vez más vacía. Creo que si conseguimos producir un barco aquí será más sencillo que nos volvamos a acercar al mar".

Cabello se deshace en elogios al hablar de su compañero Javier Lago: "Es una máquina en lo físico y compensa muchas de las carencias que empiezo a tener yo. Te da mucha seguridad llevar a alguien tan preparado contigo. Y tiene las cosas claras. Los jóvenes se frustran rápido cuando llevan en esto un año y no ganan. Con Javi no sucede. Analizamos lo que ha sucedido y siempre estamos a gusto y satisfechos sobre lo que hacemos. Es el socio perfecto". Y tampoco se olvida de su particular equipo de tierra que es su familia, sobre todo su mujer Isabel, que estuvo en Polonia a su lado y que entiende como nadie su pasión: "Me anima, apoya, acompaña y por ejemplo ve normal que esté lijando un timón en el salón de casa y esas cosas son esencia. Sin ella hace tiempo que habría tenido que aparcar el traje de aguas en el armario".

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