El Celta pegó un manotazo a los fantasmas que le acompañaban en este inquietante mes de febrero que se había llenado de malas noticias para sus intereses. La victoria ante Osasuna -más trabajada de lo que sugiere el marcador y que se sustanció con la entrada en escena en el tramo final de Jozabed y Aspas- corta la mala dinámica, manda a los cuarteles de invierno a los apocalípticos y recarga de autoestima a un equipo que dentro de tres días encarará en el frío ucraniano una nueva final en una temporada que no concede el mínimo respiro y por la que los vigueses avanzan trazando nuevas metas y sin volver la vista atrás.

Y eso que era una tarde tramposa para el Celta. Por el lastre que suponían los últimos resultados en el ánimo del equipo, por la falsa sensación de facilidad que a veces da enfrentarse a un colista que tiene un pie en Segunda División y por el hecho de que Berizzo concediese descanso a un puñado de titulares (faltaban seis de los habituales) con la mente puesta en el Shakhtar. Pero el Celta encontró soluciones y fórmulas para inclinar el partido de su lado en la primera hora, para resistir después en los momentos de dudas y finalmente para sentenciarlo con la acertada gestión que el banquillo hizo de los últimos minutos.

Pione Sisto fue la primera gran noticia del día para los intereses célticos. Lejos de ubicarle en una de las bandas, Berizzo le concedió libertad para moverse por el frente de ataque y buscar asociaciones con Rossi y Bongonda, al que ancló al costado izquierdo para aprovechar su profundidad. El danés fue pura electricidad. Le faltan para esa posición detalles más específicos, pero los suple con su velocidad e ingenio. Fue un dolor de cabeza para el Osasuna que no sabía qué hacer con él ni cómo quitarse de encima la presión tras pérdida del Celta. Así llegó el primer gol. Una jugada que define a la perfección al equipo de Eduardo Berizzo, que resume lo que están siendo estos años. Presión en el campo del Osasuna y robo en una zona comprometida. Y a partir de ahí una sucesión de recursos técnicos: el regate de Bongonda, el taconazo de Rossi y la definición de Sisto, sobrado de frialdad para amagar al defensa y ajustar el remate a la escuadra izquierda de la portería del conjunto pamplonica.

A caballo de ese gol el Celta vivió muy buenos minutos y con la sensación en el cuerpo de que nada malo le podría suceder. Con su medio del campo (Radoja, Marcelo Díaz y Wass) instalado en el territorio del Osasuna y la pareja de centrales (Fontás y Sergi Gómez) resolviendo con facilidad las escasas acometidas de un equipo que ofensivamente estaba en manos de lo que Sergio León fuese capaz de crear. No fue un aluvión de ocasiones, pero sí de llegadas de un Celta que se sintió cómodo y reforzado con el marcador a su favor.

Las señales inquietantes asomaronen el arranque del segundo tiempo. Las había apuntado el Celta en los últimos minutos de la primera entrega, en los que había politiqueado con el marcador. Frío y desconectado, no tardó en quedar en evidencia que los navarros habían salido con una marcha más al campo. Rubén, inédito hasta entonces, empezó a entrar en escena y de forma progresiva se fueron desconectando del juego jugadores. Unos por cansancio y otros porque no eran capaces de imponer su criterio en el campo mientras crecía el empuje de los navarros. Resistió la defensa, lo que siempre es una buena noticia cuando el viento sopla en contra. Marcelo Díaz volvió a sus lagunas incomprensibles, Wass acusó el exceso de kilómetros que lleva en las piernas, a Pione le faltaba el aire, Bongonda se hizo un nudo en las piernas y de Rossi solo quedaba su espíritu. Pero entonces Berizzo manejó con acierto los recursos que se había guardado en el banquillo. Primera entró en escena Jozabed para confirmar las buenas sensaciones que había dado hace una semana en el Calderón. El andaluz fue poniendo luz a las tinieblas en las que se movía el equipo. Habían empezado a pisar los de Berizzo un terreno pantanoso, pero encontró arreglo a tiempo. No volvió a tener la presencia en el campo rival ni la capacidad para robar como en el primer tiempo, pero al menos con la pelota en los pies se multiplicaron las soluciones. Después de mucho tiempo el Osasuna tuvo que volver a correr mucho para recuperarla. Jozabed puso sentido al juego y a su llamada acudieron muchos jugadores. La entrada de Iago Aspas por Rossi hizo el resto.

Lejos de atrincherarse para proteger el gol de ventaja, el Celta se instaló en el campo del Osasuna en busca de la sentencia. Y llegó a balón parado. Un saque de esquina sacado de forma magistral por Díaz que Jozabed cabeceó en el primer palo para hacer inútil el intento de rectificación de Sirigu. Faltaba lo mejor todavía. Recuperó el balón el Celta, Jozabed dio un pase al espacio primoroso -de esos que llevan los mediapuntas en el ADN y que el equipo buscaba precisamente en el mercado invernal- para Iago Aspas que solo ante el portero navarro resolvió con la clase y frialdad habituales. Una delicia para coronar el partido y para acallar a quienes acudieron al campo con el bocadillo y el silbido a punto. El Celta saca la cabeza entre las nubes de febrero. En Ucrania tratará de que salga definitivamente el sol.