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fútbol

El banderín en la maleta

El pontevedrés Xabier Villalba, además de pitar en Galicia, ha ejercido de juez de línea en Brasil y Polonia y espera hacerlo dentro de poco en Eslovaquia

Villalba (izquierda), en Caxias do Sul (Brasil).

El arbitraje, como instrumento de sociabilización y aclimatación, además de vocación. Así lo entiende Xabier Villalba. Este pontevedrés de 30 años ha residido en Brasil y Polonia por estudios o trabajo. Y a cada destino se ha llevado sus útiles de juez de línea. Ahora vive en Bratislava, la capital eslovaca, donde espera repetir experiencia. "Así me mantengo en forma, conozco sitios y gente", explica.

Villalba descubrió el arbitraje de la mano de un amigo, a los 17 años. Fue cuando se empezó a permitir compatibilizar el silbato con tener ficha de jugador. Explica: "Probé para sacarme un dinerito los fines de semana. Era cómodo. Y me gustó. Fui combinándolo con el fútbol". Villalba militó como portero, entre niño y mayor, en Salgueiriños, Juvenil, Marcón o Gondar. En sus comienzos llegó a enfrentarse a Sergio Álvarez, el actual arquero celeste. Sus destinos en poco se parecen. Villalba ya no juega. Lo retiraron lesiones e intervenciones quirúrgicas en un dedo de la mano y una rodilla. La pasión por pitar no ha menguado. Como árbitro ha llegado en Galicia a dirigir en Segunda Regional; como juez de línea participó en un partido de Tercera.

Tampoco le asusta cruzar fronteras. Villalba estudió Económicas y Administración y Dirección de Empresas (ADE). El curso 2009-2010 se lo pasó en Polonia, centrado en sus tareas académicas. Y en 2012, gracias a un convenio bilateral, se fue a Brasil: a Caxias do Sul, concretamente, una localidad ubicada en el estado de Río Grande do Sul, cuya capital es Porto Alegre. Allí decidió que tenía tiempo para el arbitraje. Le hablaron de la Liga Serrana, una competición amateur. Habló con su responsable y se enroló. Participó todos los fines de semana, tanto en la competición de adultos como en otra de niños.

"Hice de juez de línea a causa del idioma. Los jugadores, al oírme en español, decían: 'Éste árbitro es paraguyao'. Y me insultaban", recuerda. No se pudo plantear federarse. "Había que ir hasta Porto Alegre. Está todo mal organizado". Con todo, la Liga Serrana concitaba la atención en la región. A las semifinales y final se les llamaba grandilocuentemente Campeonato Sudamericano. El pontevedrés detalla alguna peculiaridades: "Se reza antes de los partidos. Suelen marcarse muchos goles. Y la gente lo vive. Aunque la zona sea pobre, se dedica mucho dinero a los equipos por prestigio. Los clubes tienen poder. Son los que eligen a los árbitros. A mí me mandaron con algunos buenos. Fue antes de la Copa Confederaciones. España había ganado la Eurocopa y el Mundial. A los árbitros españoles nos tenían en gran estima".

Aunque cada cierto tiempo escuchaba relatos de agresiones, él pudo librarse: "Me decían que había tenido suerte, le había caído en gracia al responsable y me había asignado a los partidos más tranquilos. Lo más fue que me tiraron encima un poco de cerveza. El árbitro había pitado un penalti que solo había visto él y un jugador quiso agradirlo. Fue valiente. Compañeros de Porto Alegre nos decían que allí era mucho más complicado".

Villalba concluyó sus estudios y regresó a Galicia. Pero la falta de oportunidades laborales le llevó a probar fortuna. Eligió Polona, que ya conocía. Firmó con HP. Al poco de llegar se federó en el colegio polaco de árbitros. "Me pidieron tantas cosas como en España, control médico incluido. Fui siempre de juez de línea con árbitros que hablaban inglés, porque de polaco solo sabía las palabras básicas", narra. Aunque el equivalente a segunda regional fue su techo, coincidió "con un par de árbitros de gran nivel. Uno ya era mayor, pero había llegado a pitar en UEFA".

Villalba compara sus experiencias: "En Brasil el fútbol es de más calidad y en Polonia, más duro, con juego directo y entradas fuertes. Pasas de pitar a cuarenta grados de temperatura a hacerlo a cinco. Los árbitros hablan más en Brasil, dejan jugar. En los dos sitios se pitaban varios partidos seguidos y no emplean tecnología. En Brasil una chica hacía de mesa. En España estamos más al milímetro, todo debe tener sus medidas, vallas, salidas... Y hay mucho campo sintético; en Brasil eran de gramón".

Aprovechando una beca del plan Re-acciona, Villalba volvió a casa. Enlazó un trabajo en Nigrán con otro en Navia. Su última ocupación fue en Navidades, en una tienda de deportes. Sin nuevas esperanzas en el horizonte, dos amigas de los tiempos de la facultad le propusieron acompañarlas a Bratislava. Ya tiene empleo, a prueba durante tres meses y con la esperanza de un contrato indefinido. Y ha llamado por supuesto al colegio de árbitros, donde espera anotarse el próximo lunes.

Para Villalba, el arbitraje es una forma de acceder al mundo: "Descubrí pueblos en Polonia y Brasil que no resultan fáciles siendo extranjero. Así puedo explorar su verdadera cultura. En las capitales no puedes, siempre son más cosmopolitas. Y conoces gente de todo tipo. En Brasil arbitré con un tío que había estado en la cárcel. Había de todo, buena gente y también mala, son falsetes y coñeros. En Polonia la gente es muy maja y espero también que en Eslovaquia me propongan planes interesantes. Lo bueno del fútbol es hacer amistades".

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