El Academia Octavio encontró ayer un motivo para creer. Un soplo de vida que le permite mantener viva la esperanza de una salvación que hasta hace escasas jornadas parecía un imposible. Con la victoria ante el Bordils por 27-25 el cuadro rojillo enlaza una racha de tres jornadas consecutivas ganando como local y se sigue aferrando a las matemáticas para no darse por vencido, pese a seguir en el último puesto de la tabla.

Reza un nuevo credo el Octavio. Ese que ensalza las virtudes extraordinarias de su portero, Lloria. Ayer lo paró casi todo, para mantener siempre a su equipo en un partido trabado, difícil, en el que los pupilos de Jabato tuvieron que sudar para lograr cada gol.

El Octavio afrontó este encuentro como una auténtica final, como todos los encuentros anteriores, y como todos los que restan para cerrar el curso. En juego, la esperanza o el fin. Y en la lucha por ese hilo de vida, el Octavio tardó en entrar en acción. Se afanó primero en maniatar a su rival. Fue Rubén Figueirido, a los tres minutos ya de encuentro, el que inauguró el electrónico. Los empates eran sucesivos. Ningún equipo ofrecía concesiones.

Gayoso, Cerillo y Silva marcaron tres goles consecutivos para establecer el 10-8 en el marcador a falta de diez minutos para el descanso. Parecía que el Octavio empezaba a controlar la situación, pero un tiempo muerto del Bordils hizo que todo diera un vuelco. Con el empate a 12, el cuadro rojillo sufrió la exclusión de Conde. Jabato pidió tiempo muerto a falta de treinta segundos para irse al vestuario, pero no pudo evitar el 12-13 en contra que cerró la primera parte.

Tras el descanso el Octavio fue a remolque en los primeros compases. Le costaba encontrar la forma de doblegar a un Bordils que estaba dispuesto a frenar cualquier situación de ataque de los académicos. Con el 15-16, la expulsión de Quintas, lejos de hundir las aspiraciones académicas, hizo que el Octavio tirara de orgullo para darle la vuelta a la situación. Fue en el minuto 31 cuando Corcera estableció el 20-19 con el que los vigueses empezaron a creer realmente en sus posibilidades. Fue en este tramo del encuentro donde la actuación de Lloria resultó soberbia, aunque ya lo había venido siendo desde el inicio. Con el 26-24, una gran parada del guardameta puso As Travesas en pie. Quedaban tres minutos para el final y Borja Méndez fallaba un lanzamiento desde los siete metros. Lloria aún tendría tiempo de realizar dos paradas casi consecutivas para permitir a su equipo llegar a los dos últimos minutos con una renta de dos goles que no parecían suficientes para Jabato, que pidió tiempo muerto. Jugada de pizarra para tratar de cerrar el encuentro con los menos agobios posibles. Y así fue. Triunfo y soplo de vida. El Octavio sigue colista, pero empieza a sonreír.