El deporte vigués, que aún no ha sido capaz de reponerse de la pérdida hace un año de Pablo Beiro, recibió ayer otro mazazo brutal. Paco Araújo, presidente del Celta Bosco desde 2001 y una de las grandes personalidades del baloncesto y el deporte gallegos, falleció de manera repentina a los 53 años de edad en su casa del barrio de Lavadores.

Araújo, según la versión de sus personas más próximas, se sintió algo indispuesto la pasada semana y el viernes se marchó a descansar a su casa. Nadie volvió a contactar con él. Ayer la policía, alertada por sus familiares, entró en su domicilio y encontró su cuerpo sin vida. En las próximas horas se le practicará la autopsia para conocer con exactitud el motivo de su fallecimiento.

La noticia, conocida a media tarde, causó una verdadera conmoción en el mundo del deporte vigués donde era uno de sus rostros más reconocibles pese a su gusto por alejarse siempre que podía del foco. Araújo forma parte de la historia del baloncesto en la ciudad al que llevaba ligado desde el año 1996 cuando entró a formar parte de la directiva del Celta. En 2001, tras la muerte en un accidente de circulación del anterior presidente, Gómez Carballo, asumió la dirección del club y durante estos quince años lo mantuvo como un referente a nivel nacional en todos los sentidos. De su mano y de la sus colaboradores, a muchos de los cuales amarraba a su lado gracias a su bondad, el club fue un ejemplo de trabajo con la cantera y sobre todo de seriedad. Nada demuestra su filosofía de vida como la dolorosa decisión que hace tres años tomó para abandonar la máxima categoría del baloncesto femenino español. Nadie les echó en la pista. Lo hicieron los números. En plena crisis y consciente de que no podría cumplir con la exigencias de la competición, el club dio un paso atrás para no apartarse de la línea recta que siempre ha marcado su gestión y que pasaba por respetar los compromisos por encima de todo. Una lección ética de las que no suelen abundar. Y el club siguió adelante, explotando aún más la bien trabajada cantera de niñas que en Vigo han comenzado a jugar al baloncesto de su mano. Ese fue posiblemente su gran triunfo y es el mayor de sus legados.

Su ejemplo sirvió también como guía en muchos momentos al resto de los grandes dirigentes del deporte vigués que acudían a su gestoría (Asyco) en busca de consejo, de ayuda o, en las ocasiones más desesperadas, de un salvavidas. Siempre estuvo ahí y en algunos momentos el futuro de todo el deporte de la ciudad parecía depender de su capacidad para afrontar los problemas que se iban planteando en su despacho por culpa de las ayudas que escaseaban, las subvenciones que no se cobraban o los jugadores que no rendían. Para todo encontraba respuesta o solución.

La pérdida de Paco Araújo, sentida como propia por todo el deporte gallego, ha dejado en su club una mezcla de incredulidad e infinita pena. Las muestras de condolencias llegadas desde el primer momento desde diferentes clubes, asociones o particulares, han sido muy numerosas, pero el dolor en el seno del Celta baloncesto es insoportable. Araújo era el presidente desde hace quince años, pero sus atribuciones no se quedaban ahí. Era amigo, compañero, consejero y padre espiritual para buena parte de las jugadoras. El vacío que se siente ahora mismo parece imposible de llenar.

Su muerte ha llegado justo cuando se cumple un año de la pérdida de Pablo Beiro, el que fuese fundador y presidente del Amfiv de baloncesto en silla de ruedas y cuyo fallecimiento provocó una conmoción similar a la que se vive en estos momentos. La suya y la de Paco Araújo son pérdidas de las que el deporte vigués difícilmente se repondrá.