Hace veinte años que perdimos la primera final del Europeo. Fue en 1996, en Sevilla, contra Rusia, fallando el último lanzamiento Raúl González ante Lavrov. En 2006 perdimos la tercera final y ayer la cuarta. Dos maldiciones unidas, la del Europeo y la de los diez años. Una explicación cabalística para una derrota justa y hasta cierto punto inesperada. Pero también explicable.

Nos enfrentábamos a una Alemania a la que le faltaba todo el equipo titular. Solo cinco jugadores nacieron antes de 1990. Los "Bad Boys", como les denominan en su país, son gente grande que combina la defensa 6.0 con alternativas abiertas. Ninguno apostábamos por esta selección pero la mentalidad y el equilibrio defensa-ataque les ha llevado a conseguir la medalla de oro. Alemania posee la liga más fuerte del mundo. Sus internacionales militan en equipos de mitad de tabla. Y sin ser líderes en sus clubes, compiten a un gran nivel todos los fines de semana.

Esa competitividad les hizo compensar su falta de experiencia en citas como el Europeo. España se estrelló contra su duro 6.0, con gente en la zona central de más de dos metros. Muchos agarrones y sin preocuparse excesivamente de las exclusiones, cinco en el primer tiempo. El resultado se lo hizo rentable. España tardó seis minutos en marcar. Promediaba tres pérdidas y media por partido y en la primera mitad ya firmó siete. De sus seis goles en ese periodo, uno fue de penalti y tres en contraataque; solo dos en estático. España se obcecó jugando en zonas centrales, en un radio de dos metros, con los alemanes en su salsa. Y cuando conectamos con los extremos, no estuvieron efectivos. Ni siquiera un 55% de efectividad de Sterbik puede compensar todo eso.

Pero al descanso aún estábamos ahí. Todos pensábamos que mejoraríamos. Nos equivocamos. El segundo tiempo aún fue peor. Ningún jugador estuvo ni al cincuenta por cien de lo que podía dar. No encontramos juego ofensivo ni defensivo. Cadenas abandonó nuestro 6.0 tradicional. Probó el 5.1 con Ugalde y la doble mixta. Delante, empleó a dos pivotes. Todo inútil.Los alemanes apostaron por la mixta, con cinco atrás sacudiendo. Wolff desbarató cualquier opción. España se había ido de Polonia hace tiempo.

En los alemanes, un detalle feo: a falta de cuarenta segundos no cogen el balón para atacar y los árbitros les pitan pasivo. Disfrutan el último minuto. Amigos, la vida da muchas vueltas.

En España se hace necesaria una reflexión. Es un éxito que el balonmano español siga siempre en las medallas, pero cuidado, son los mismo jugadores de siempre y todos en el extranjero, a excepción del Barcelona. Como no mejoremos la calidad de nuestra liga podemos tener problemas. Los segundos espadas en la liga más fuerte del mundo han quedado campeones de Europa.