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Gimnasia acrobática

Desirée Vila: "Ahora me siento más fuerte y madura"

"Esta experiencia me ayudará a superar cualquier problema", asegura la gimnasta gondomareña de 16 años que sufrió la amputación de su pierna derecha

Desirée Vila entró el pasado viernes 10 de abril en el pabellón de la ETEA. El lugar donde tantas veces se entrenó con el Flic Flac, el club de gimnasia acrobática en el que ha militado durante buena parte de sus 16 años de vida. Era su primera visita desde el 26 de febrero, día en que se rompió la pierna derecha al realizar un mal aterrizaje en la cama elástica. La primera desde el 4 de marzo en que, a raíz de unas complicaciones médicas que se investigan, le amputaron la extremidad por encima de la rodilla. "Fue uno de los días más duros desde el accidente", relata la gondomareña. Su psicóloga, Delfina Vicente Santiago, había planeado este reencuentro como un rito necesario de clausura. "Tuve que despedirme del deporte que tanto me gusta. Lo más difícil fue ver a mis compañeros entrenar. Quería sentir otra vez lo que sentía todas las tardes dentro del pabellón: cansancio, dolor, motivación, satisfacción, trabajo duro...". Aunque amargo, fue un trance necesario. "Tuve que saludar a mis compañeros y cerrar aquella etapa de mi vida que me había dado muchos buenos momentos y muchas alegrías". Ahora Desirée, Desi en familia, se prepara para las nuevas alegrías que aún le reserva la vida.

La joven relata su experiencia y acepta su publicación en FARO. La narración de los hechos tiene un componente terapéutico. Ya puede explicar cómo aquella tarde de febrero, al realizar un salto mortal sobre la cama elástica, apoya el peso sobre la pierna derecha. Los huesos no soportan la presión. La gravedad de la lesión es evidente desde el primer instante. A Desi la tumban en el suelo. "Los minutos mientras no llegaba la ambulancia se me hicieron eternos", recuerda. Su entrenadora y su compañera Nerea intentan tranquilizarla.

Desi empieza un peregrinaje por los hospitales. Fátima, a donde la llevan primero, no le corresponde por seguro. La ambulancia la traslada entonces al centro médico El Castro, donde le diagnostican la rotura de la tibia y el peroné. Habrá que operar y fijar unos tornillos. "El dolor era espantoso", indica. A todos los que se acercan les pregunta si volverá a caminar. "Si esa es tu preocupación, puedes estar tranquila", resume sobre lo que le contestan. Desi enumera en retahíla la operación, la transfusión de sangre, la incomodidad con la escayola, "muchas pruebas" antes de un nuevo traslado, esta vez a Povisa, porque han surgido complicaciones. "Llovía", menciona.

Desi tiene una arteria obstruida. Aún no lo sabe pero está asustada. "Desde el primer momento de la caída dejé de sentir los dedos del pie. Los médicos me los tocaban pero yo no sentía nada. Se me estaba muriendo la pierna".

Es una descripción bastante precisa porque a Desi se le ha necrosado el tejido. De la UCI tiene recuerdos inconexos, "momentos sueltos" que describe: la visita de su tía Tania, que ha viajado desde Suiza al conocer su accidente y le revela que la quiere como madrina de su hija recién nacida, las noches de dolor, los desvelos de la enfermera Ana, que la refresca con paños húmedos...

El médico encargado de su caso y sus padres entran en la habitación el 3 de marzo. El médico le explica la situación. Deben amputarle parte de la pierna. De lo contrario, su vida corre peligro. "¿Cómo me van a cortar la pierna, mi pierna? Dije que no, que prefería morirme. Me puse muy nerviosa". Han de administrarle sedación. No hay tiempo que perder. Al día siguiente se ejecuta la operación quirúrgica.

Desi estará en el hospital hasta el 19 de marzo. En perspectiva, le parece que esos días transcurren de forma extrañamente normal. Se siente arropada por familiares y amigos, que le traen apuntes para que no pierda el ritmo en los estudios. Empieza a dar cortos paseos con las muletas. Conoce el aspecto de su pierna. La psicóloga organizó ese instante, el último día en la UCI, en un habitación "muy bonita", decorada con flores y fotos suyas que mandó traer de su casa. "Mi primer pensamiento fue de rechazo. No me gustó. No quería darme cuenta de la realidad que estaba viviendo", admite.

En esa fase es más intensa la sensacion de miembro fantasma. Hoy aún siente algún pinchazo en el pie ausente, aunque de forma más ocasional. Se despierta cada mañana siendo consciente de su situación. "Nunca me ha pasado lo de levantarme pensando que tenía la pierna y caerme", certifica.

El regreso al hogar

La etapa hospitalaria queda atrás. "Todas las actuaciones están en investigación para delimitar responsabilidades y consecuencias desde el punto de vista judicial", formulan personas próximas a Desi, que en el regreso a su hogar en Gondomar descubre cómo ha cambiado su universo, esas pequeñas y grandes dificultades. No le gusta la sensación de depender de los demás. Le agobia tanta atención. Argumenta: "Muchas veces solo quería que me tratasen como una persona normal". Lo irá consiguiendo.

En cierto modo, la recuperación de las viejas rutinas y la aclimatación a sus condicionantes físicos se produce con velocidad. Al comienzo estudia y realiza los exámenes en casa. Pero ya el 30 de marzo vuelve al instituto. La psicóloga, que la acompaña, ha preparado el escenario. La primera clase es de historia, con su tutor. Está proyectando un vídeo. Desi entra a oscuras y se sienta. Elude ese primer choque con las miradas de sus compañeros. En segunda hora toca gallego, con una profesora "de didáctica fabulosa", analiza Delfina Vicente. "¿Qué preguntas tiñas, Desi?", le inquiere la maestra, con naturalidad. Es cierto que hay situaciones incómodas. "Todo el mundo me miraba, sin saber bien qué hacer o decir. Yo tampoco", describe Desi. "Pero al terminar me sentí aliviada. Aunque a día de hoy aún me cuesta ir, cada vez siento que todo es más normal".

Ese proceso de normalización se extiende a todos los ámbitos cotidianos, aunque Desi nota ciertos cambios. La abuela la mima más que antes y le prepara sus platos favoritos. Su hermana pequeña, Mireya, de 13 años, está siempre pendiente y la ayuda a vestirse o a subir las escaleras. Víctor, el padre, se la lleva a la orilla del mar, a relajarse. Susi, la madre, le organiza "merendolas" con la pandilla.

Desi se aplica en sus obligaciones. Es distinta y a la vez la misma. Por la mañana, como cualquier adolescente, acude al instituto. Por la tarde, a la rehabilitación en Povisa, que es de ritmo creciente, "cada vez más dura". La psicóloga y el fisio han tenido cuidado en gestionar sus esfuerzos de forma que la cicatricación física y psicológica sea adecuada.

"Echo de menos entrenar, ir a fiestas, ponerme pantalones vaqueros, calzarme los dos zapatos, correr...", enumera. Añora, en general, la "vida normal", pero explica lo que desea bajo tal concepto: "Que me traten como me trataban antes y ser ajena a las miradas de la gente por la calle".

Planes de futuro

Porque algunas cosas, actos a los que antes no concedía importancia, han cambiado para siempre o resultan especialmente complicados mientras no le colocan la prótesis: "Tardo una eternidad en ducharme y en subir y bajar escaleras", se lamenta. Hablar por teléfono mientras camina o cargar objetos son retos quiméricos, imposibles. Huye, sin embargo, de la autocompasión. Desi tiene planes: "De momento terminar bachillerato con una buena media y cursar estudios universitarios, aunque todavía no sé cuáles. Me gustan los idiomas y me gustaría viajar mucho. En cuanto al deporte, de momento me apetece hacer natación pero simplemente para despejarme un poco de la rutina. No pienso todavía en la posibilidad de hacer algún otro deporte porque me sigue gustando la gimnasia más que ningún otro".

Desi fija su vista en el horizonte. Y si le echa una ojeada al retrovisor y piensa en lo sucedido, en lo que pudo ser o no, asegura: "No tengo rencor ni nada por el estilo, solo siento que me pasó a mí porque me tenía que pasar, lo acepto y ahora tengo que intentar llevarlo lo mejor posible. No sirve de nada lamentarse o enfadarse por lo ocurrido ya que eso no va a arreglar las cosas. No pienso en el problema sino en cómo solucionarlo, como me dice Delfina".

Esta adolescente gondomareña de voz dulce se siente "realmente impresionada y agradecida" con todos aquellos que le han expresado su apoyo, personas próximas que la empujan en los arrebatos de tristeza o desconocidos que quieren ayudar en los muchos gastos que tiene y tendrá su familia. "Me sorprenden todas las ideas que me han propuesto para conseguir dinero de diferentes formas, eventos solidarios y la tremenda difusión de la campaña en la red. Uno nunca se imagina que le apoyen ni la mitad de las personas que lo están haciendo a día de hoy".

Es otra muestra de la energía que Desi exhibe, cuando afirma: "Esta nueva etapa me hace más fuerte, más madura y con una experiencia que, a pesar de no ser agradable, me va a ayudar a superar cualquier problema de la vida".

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