Barcelona y Real Madrid suelen dejar amargura en sus rivales a su paso, aliviada por la certeza de que existe una distancia astronómica con los grandes, que se ha agravado en las últimas temporadas. Pero aunque más infrecuentes, siguen existiendo las sorpresas y cuando el modesto se rebela, provoca un auténtico cataclismo.

El barcelonismo esperaba ayer una compensación a la derrota en el clásico. Ilusionaba el debut de Luis Suárez, al que han esperado en estos dos meses de campaña por culpa de la sanción de la FIFA. Ya había jugado el delantero uruguayo en el Santiago Bernabéu, dejando pizcas de su calidad como el pase que Messi debería haber convertido en el 0-2. La hinchada local, con otra semana de trabajo en medio, confiaba en disfrutar de una mejor versión del fichaje estrella del verano. Pero el Celta le amargó el debut hogareño a Luis Suárez, un poco al modo que aquel Celta de Fernando Vázquez estropeó el de Robinho en el Bernabéu en septiembre de 2005 (2-3), después de que el brasileño hubiese entusiasmado en el Carranza ante el Cádiz. En ambos casos la escuadra celeste ejercía de simple invitada, de carne de relleno. Y en ambos se revolvió contra ese papel.

Es cierto que Luis Suárez, aunque todavía lejos del nivel que llegó a alcanzar en el Liverpool, fue seguramente uno de los hombres que más se salvarán de las críticas. Suárez probó fortuna ante Sergio y en ese sentido, fue una más de las víctimas de la excelente actuación del catoirense, especialmente en un disparo cruzado que el arquero céltico interceptó con una gran estirada casi al final del partido. Ya había tenido antes la oportunidad de ejecutar a Sergio a bocajarro, pero su cabezazo a centro de Pedro le salió blando y a las manos del céltico.

Suárez exhibió su visión de juego en los desmarques y su fortaleza física en el contacto con los defensores. Especialmente intensa fue su batalla con Jonny. El joven lateral vigués se fue creciendo en ese duelo, hasta plantarle cara al astro sudamericano e incluso mostrarse superior. Aunque marcar a Suárez no fue una tarea exclusiva suya porque éste tiró diagonales, se movió por el centro e incluso apareció por la izquierda para servirle a Messi un centro que el argentino remató fuera.

Mientras las miradas azulgranas se centraban en Luis Suárez, las célticas, en lo tocante al equipo rival, se fijaban en Rafinha, recientemente proclamado jugador revelación de la pasada campaña y que ha hecho una nueva declaración de amor al equipo vigués en una entrevista concedida al departamento de comunicación del club esta misma semana.

Y Rafinha, que repartió abrazos en el túnel de vestuarios antes de saltar al césped. no brilló. Titular en las primeras citas, desaparecido después de las alineaciones de Luis Enrique a causa de varios problemas físicos, el centrocampista brasileño regresó al once inicial, se ubicó por la zona izquierda e intentó hacerse presente en el juego. Pero sin continuidad ni acierto.