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Pete sin melancolía

Los últimos partidos de Rubio reactivan la comparación con Maravich - Anuncia que quiere ir con la selección al Europeo

Pete sin melancolía

George Karl alimenta la comparación. "Ricky es más 'Pistol' Pete que nadie que haya visto en mi vida", ha asegurado el veterano entrenador de los Denver Nuggets. A Karl hay que creérselo. Sitúa al catalán a la par que uno de los grandes genios de la NBA, bien que genio incomprendido, reivindicado por las generaciones posteriores. Tal es el impacto que Rubio vuelve a provocar en su reaparición.

Karl abona una equivalencia conocida y reiterada por expertos y aficionados. Muchos ya anunciaban a Rubio en su desembarco como el "Maravich español". Shaquille O'Neal diría: "Ricky se parece a Pete Maravich pero en italiano". Corregiría el gentilicio al coincidir con Rubio en el All Star. "Te voy a llamar el Pistol Pete español, ¿vale?", le soltó con su inmensa sonrisa. Dominique Wilkins, metido a comentarista televisivo, afirmaría lo mismo.

El parecido parte de lo físico: morenos, enjutos, longilíneos, ocultando el rostro bajo el flequillo. Pero es en lo estilístico en lo que Rubio imita a Maravich: en el manejo elegante del balón, el sentido lúdico del juego y la asistencia imaginativa. Karl matiza: "Maravich era más anotador. Ricky es mejor pasador".

Existen también diferencias de carácter. Maravich, 'pistolero' porque de niño sacaba el tiro casi desde la cadera, tendía a la melancolía. Solo fue cuatro veces All Star pese a pertenecer a la liga de 1970 a 1980. Solo fue plenamente feliz durante su estancia con los Jazz en Nueva Orleans, la ciudad adecuada a su alma. Ni en los Hawks ni en la mudanza de los Jazz a Utah brilló plenamente. Cerraría su carrera en los sobrios Celtics, otro ecosistema extraño. Problemas personales, especialmente el alcoholismo de su madre, lastraron su trayectoria. El tímido Pete, de mirada atormentada, moriría de un ataque al corazón en 1988, mientras jugaba una pachanga en la pista de la Iglesia Evangélica de Pasadena. Justo después de proclamar: "Me siento genial". Se apagó haciendo aquello que le hacía feliz desde que iba al colegio botando el balón por la ventanilla abierta del coche de su padre, sin perder nunca el control.

Ricky tiene una biografía más luminosa. Ha estado protegido por su entorno desde que se alzó como talento precoz del baloncesto español. Y es el chico sociable y alegre que le dice a su compañero ruso Shved en pleno encuentro contra los Lakers: "Alexey, cambia tu cara, sé feliz, diviértete". Los años de profesional le han concedido sabiduría sin envejecerlo. Gestos como ese, captados por las omnipresentes cámaras, son los que le abren el corazón de los aficionados estadounidenses.

Y aunque su vida haya resultado más sencilla que la de Maravich, Ricky Rubio se está creciendo en las dificultades. En la NBA respira a pleno pulmón. Una mudanza discutida en su momento, que en la demostración del tiempo se ha revelado acertadísima. Ricky se estaba mustiando en los rígidos esquemas de Xavi Pascual. La certeza de saberse en el lugar adecuado le ha ayudado a superar la grave lesión de rodilla.

La última prueba de la inteligencia de Ricky es la forma de emplear la temporada en su regreso a las canchas. Los problemas físicos han frenado el crecimiento del proyecto de los Timberwolves. Kevin Love, el hombre franquicia, acaba de revelar que probablemente no juegue en lo que resta de campaña. Pero a Ricky no le incomoda la situación. Los jugadores europeos, carentes de ese sentido del espectáculo, muchas veces se desconectan en la reiteración de la derrota. Ricky, no. Está empleando los encuentros como su campus particular. Mejora poco a poco su rendimiento, incluso en el manido defecto del tiro. Tras firmar su primer triple doble estadístico, apunta a un cuádruple doble. Solo Alvin Robertson lo ha conseguido añadiendo robos a puntos, rebotes y asistencias (Olajuwon, Thurmond y Robinson lo lograron con tapones).

"Estoy muy cómodo, pero es difícil ir cada noche y perder. Somos un equipo joven y esta temporada hemos estado un poco marcados por las lesiones, pero no hay excusas, tenemos que querer ganar todos los partidos", ha destacado Rubio en declaraciones a Efe. Paciente, sabe que aún le falta para recuperar su mejor versión: "Es una cosa dura porque al principio no estás muy bien físicamente, pero tienes que luchar. A veces te comes el coco, pensando si puedes volver a ser el mismo. Tienes que dejar que el tiempo pase y que el esfuerzo y el trabajo den sus frutos", añade el catalán, que anticipa que acudirá con la selección española al Eurobasket. "Si la rodilla está bien y no hay nada más, creo que me irá bien y siempre es un honor luchar con la selección. Toco madera".

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