Es posible que ambos sean considerados como los futbolistas más decisivos de sus respectivos equipos. Al menos en este curso. Pero han adquirido tal consideración con discursos distintos. Al igual que la dimensión que generan sus recursos futbolísticos.

El brillo ha caracterizado la trayectoria de Leo Messi desde el principio. Su puesta en escena en el primer equipo azulgrana gozó de una significativa repercusión. Fue una promesa cumplida. Y no ha decepcionado.

Convertido en ídolo de la afición barcelonista, su clase nubló pronto la magia en decadencia del brasileño Ronaldinho o la determinación del camerunés Samuel Etoo. Fue la esperanza en la que se amparó el seguidor. Incluso los mandatarios. Una apuesta fija del presente azulgrana y el alma del futuro barcelonista.

A sus veintiún años Leo Messi ya es un jugador consolidado. Ha rescatado encuentros imposibles, a última hora para el Barcelona. Y ha mantenido el tipo en las citas cumbres. Suma 21 goles ligueros esta temporada. Su nombre forma parte de la discusión en la designación del mejor del planeta.

El futbolista de Rosario es también la referencia de la selección argentina. Acumula treinta y tres presencias con la absoluta, con la que ya ha disputado un Campeonato del Mundo, en Alemania 2006, una Copa América, en el 2007, y los Juegos Olímpicos de Pekín 2008, donde salió con la medalla de oro.

Las comparaciones con Diego Armando Maradona han sido inevitables desde que las acciones de Messi sobre el terreno de juego invadieron el universo futbolístico. Incluso uno de sus goles, el que marcó al Getafe en una semifinal de la Copa del Rey de España, advertían una notable similitud con el famoso a Inglaterra del Mundial de México.

Es indiscutible para Argentina. Para la 'albiceleste' que ahora dirige, precisamente, Maradona. Messi está amparado por ese halo que sólo auxilia a los elegidos.

Al revés que Higuaín, con el que coincidirá el sábado sobre el césped del estadio Santiago Bernabeu.

Forman parte de la misma generación. Pero transitan por caminos diferentes. Cumple su tercera campaña en el Real Madrid. Y ha tenido que hacerse un espacio a base de sudor, de empeño y de estadísticas.

También de fogonazos notables en momentos cumbre. Pero está desprovisto de la luminosidad de su adversario.

El presente es el año de Higuaín. Nunca antes, nunca hasta ahora había disfrutado de la continuidad que ha encontrado a base de goles y de la generosidad que depara en un terreno de juego.

Adquirido del River Plate en el mercado de invierno de hace tres temporadas no ha logrado aún consolidar su sueño. Formar parte del combinado argentino que lidera Messi. Sólo en dos ocasiones ha vestido la casaca albiceleste. Es un ausente habitual en las citaciones de Diego Maradona, que le ha marginado de su proyecto.

Optó por Argentina, a pesar de que pudo elegir Francia, dado que su lugar de nacimiento fue en la localidad gala de Brest. Pero en dos oportunidades rechazó formar parte de los 'blues'.

El madridismo se agarra ahora a Higuaín. El hombre que ha sostenido al equipo en el presente. Sus goles -18- han sacado al equipo de Juande Ramos de la espesura. Y es la principal baza blanca sobre el alambre en el que ha oscilado el transitar del equipo madrileño todo el curso.

Los tantos decisivos han terminado por enterrar la falta de puntería del argentino. Capaz de marrar ocasiones clamorosas. Un sambenito que le lastró hasta que su tino llegó en momentos cumbre.

Como los que precipitaron al Madrid hacia el título hace dos años o el que selló el éxito en Pamplona, el año pasado.