Javier Gómez Noya lleva el deporte en sus venas. Empezó practicando natación con 11 años en el club de su ciudad.El ciclismo era otra de sus pasiones, al igual que el fútbol. Sus impresionantes condiciones físicas le llevaron a decantarse por el triatlón. Un problema médico estuvo a punto de cortar su progresión, pero a base de esfuerzo superó las adversidades para convertirse en un auténtico número 1 del deporte mundial.

-¿Cómo fueron sus inicios en el triatlón?

-Un poco por casualidad. Empecé a competir en el Natación Ferrol y un verano, con 15 años y en el año 98, unos compañeros que estaban en el club iban a preparar un triatlón. Yo no sabía ni lo que era eso. Me explicaron como era, ellos sabían que me gustaba correr, que me gustaba la bici, y la verdad es que la idea me atrajo. Supuso un reto porque era de distancia olímpica y no es fácil acabarlo sin preparación. Fue en Castropol, en Asturias, y allí debuté.Fue una experiencia dura pero acabé con ganas de más.

-¿Cómo era aquel niño de 15 años?

-Me gustaban todo tipo de deportes. Hacía fútbol, me gustaba la bici de montaña, veía una etapa del Tour en verano y luego salía con la bici por ahí hasta que las fuerzas no me aguantaban más. Era muy inquieto. Creo que encontré en el triatlón el que mejor se adaptaba a mis características.

-¿Cómo pasó los momentos en los que la federación no le permitía competir?

-Eso fue lo más duro. Se pasa mal, porque ya al final cuando el tema médico estaba resuelto tenía un veto del CSD y fue difícil darle la vuelta a la situación. Con el apoyo de mucha gente lo conseguí y ahora saco la parte positiva de todo el proceso, que es que al final todos esos problemas que has tenido te acaban endureciendo y eso a la hora de competir se nota. Cuando has pasado una situación difícil después lo aprovechas, eso seguro.