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Las edades del genio

Las edades del genioJ. Lores

De entre los cedidos, Agus y Diego Costa son los que más interesa conservar. El central, por su rendimiento regular y su solidez, válidas en una escuadra que podría girar hacia un perfil más físico. Al delantero, en cambio, no se le quiere tanto por lo que es como por lo que podría llegar a ser. Lo toman como materia bruta sobre la que seguir esculpiendo. La cuestión es si algún día aprenderá a explotar su talento y cuanto tardará, en todo caso. Costa pertenece al Atlético y el Celta está dispuesto a soportar la fase educativa si también disfruta de su primera plenitud.

De Diego da Silva Costa suelen olvidarse sus 19 años. Saltó a la Liga Portuguesa dejándose la adolescencia en el vuelo transoceánico. Su físico ha madurado a mayor velocidad que su personalidad. Es un chico jovial, nada problemático pero alocado en exceso, lo que también se refleja dentro de la cancha. Ahí se mueve demasiadas veces al límite, con esa agresividad que aflora sin mesura y su tendencia a la teatralidad.

Costa, en resumen, posee condiciones maravillosas pero aún no conoce los entresijos del juego. La historia del fútbol está plagada de promesas eternas que acabaron deambulando por clubes de medio pelo. Jamás fueron capaces de domesticar esa insania autodestructiva que tantas veces va unida a la genialidad. ¿Podrá Diego?

Esa duda es la única que impide al Celta solicitar ya una nueva cesión. Porque a Ramón Martínez no se le escapa la veta de oro que el joven guarda en su interior. "Estoy bien aquí y me siento tranquilo", dice el futbolista. "Tengo ganas de quedarme. Debo mirar mi futuro. Si aparece algo mejor, lo escogeré. Si es algo del mismo nivel del Celta, que para mí es un equipo grande, y el club me quiere, estoy dispuesto".

Costa asegura que ha mejorado en estos meses. "Intento hacer las cosas bien. A veces salen y a veces no. Es mi primer año en la liga española. Vivo un proceso de adaptación. Partido a partido me siento mejor en términos individuales y colectivos".

Lo propio en los futbolistas de su estirpe es el baile entre extremos. Hay un Diego creativo ante el Sporting y otro ante el Racing, rendido a sus excesos y que en el delirio pretende driblar a tres rivales en cada acción. Si mira al futuro, puede verse como el eterno rebelde incomprendido. O como un ariete que justifique el precio de una entrada. Ese es el que necesita el Celta.

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