La caja de resonancia
Cuando la música es solo el paisaje de fondo
La comedia escenificada en los Latin Grammy tanto por Rosalía y Rauw Alejandro como por Shakira ilustra cómo los artistas priorizan la construcción de relatos oportunistas, apelando a su vida privada, para envolver sus propuestas musicales
Jordi Bianciotto
Es una regla ordinaria del periodismo musical: no preguntar al artista por asuntos relativos a su vida privada, salvo que resulten relevantes para entender su obra. Pero, ¿es eso lo que este desea realmente? Puedes pensar que está aquí contigo para hablar de su disco, con todo el rigor y el rictus severo, y luego verlo jugando al famoseo y al marujeo más palmarios cuando llega la hora de la alfombra roja y del ‘prime time’ televisivo.
Si en una entrevista a Rosalía cuando lanza un álbum le preguntaras por sus novios, es probable que te respondiera con evasivas, bufidos o acusaciones de amarillismo. Bueno, no lo he probado, aunque es imaginable. Pero ella lo quiere todo, y por ahora le funciona: hacernos arquear las cejas como despampanante creadora vanguardista y a la vez dominar el ‘entertainment’ más banal. Su intercambio de rimas venenosas con Rauw Alejandro, la otra noche en los Latin Grammy, fue pensado para seguir alimentando el culebrón. Pero hablamos de una artista que, entre todas las proposiciones de entrevista que se le amontonan sobre la mesa, elige la de Pablo Motos.
Por no hablar de Shakira, que ya lleva al menos cinco canciones aireando trapos íntimos (y señalando a su ex, a la pareja actual de su ex, al padre y a la madre), y que la otra noche dio un poco más de carnaza con sus palabras y las escenas con sus retoños. Se trata de alimentar una historia, una conversación social en la cual la música ocupa un papel de atrezo. ¿Es cierta prensa la que propicia el morbo? Hay una alimentación mutua, pero cada vez más, es el artista quien fabrica ese ciclo que excita pasiones extramusicales.
Ahora las novedades deban tener un relato detrás o, mejor dicho, delante. En el ‘mainstream’, pero no solo ahí. Para ganarse las atenciones, la música no se presenta por sí sola. Lo vemos en la televisión, donde solo asoma cuando se mezcla con otros ingredientes (competitividad, superación personal, geografía, cocina), y lo advertimos en el modo en que muchos creadores enfocan su narrativa promocional.
Álbumes donde el trasfondo temático pasa al primer plano, aireando incluso parcelas de la vida íntima: enfermedades metales, anorexias, historiales amorosos tóxicos… Sí, todo eso forma parte del universo del creador, y es humano sentirte atraído por una obra a través de ese carril, pero echo a faltar un poco más de foco sobre la música misma, sobre su lenguaje y su lógica interna. Es el precio que paga el artista para estar en boca de todos, y como vemos, lo hace gustosamente.
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